Umberto Eco y el comic.

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Mr. Mxyzptlk
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Umberto Eco y el comic.

Mensaje por Mr. Mxyzptlk »

El comic segun Umberto Eco :
"La historieta es un producto cultural, ordenado desde arriba, y funciona según toda mecánica de la persuasión oculta, presuponiendo en el receptor una postura de evasión que estimula de inmediato las veleidades paternalistas de los organizadores. "...". Así, los comics, en su mayoría refleja la implícita pedagogía de un sistema y funcionan como refuerzo de los mitos y valores vigentes" (Eco 1973:299)


Talking about Dylan Dog: "I can read the Bible, Homer or Dylan Dog for several days without being bored"

Otra vez el Eco, en este caso chocheando sobre el Maus de Art Spiegelman :

"La verdad es que Maus es un libro que uno no puede dejar, ni siquiera para dormir. Cuando dos ratones hablan de amor, te conmueve; cuando sufren, lloras. Poco a poco, a través de este relato compuesto de sufrimiento, humor y los desafíos cotidianos de la vida, uno queda atrapado por el lenguaje de una antigua familia del este de Europa, y es arrastrado por su ritmo suave e hipnotozador. Y cuando uno acaba Maus, se siente triste por haber abandonado ese mundo mágico".


Parte del prólogo de Umberto Eco en El Gran Libro de Charlie Brown de Charles M. Schulz. El Aleph Editores, noviembre 2004 :

"Ni fuma, ni bebe ni dice palabras malsonantes. Nació en Minnesota en 1923. Vive modestamente y es predicador laico de una secta llamada Iglesia de Dios. Está casado y, según tengo entendido, tiene cuatro hijos. Juega al golf y al bridge, y le gusta la música clásica. Trabaja solo. No tiene ningún tipo de neurosis. Este hombre de vida tan anodinamente normal se llama Charles M. Schulz. Y es un Poeta.

Cuando digo «Poeta» lo digo para enojar a más de uno. A los humanistas de profesión, que no leen las tiras cómicas; a quienes acusan de esnobismo a los intelectuales que fingen apreciar los tebeos. Me gustaría que quedase claro: si por «poesía» se entiende la capacidad de otorgar ternura, piedad o malicia a unos momentos de extrema transparencia, como si se enfocasen con una luz que hiciera imposible discernir de qué pasta están hechas las cosas, entonces, Schulz es un poeta. Si la poesía es individualizar personajes típicos en circunstancias típicas, Schulz es un poeta. Si la poesía es hacer brotar de los acontecimientos cotidianos, que solemos identificar con la superficie de las cosas, una revelación que nos haga llegar al fondo de dichas cosas, entonces, de nuevo, Schulz es un poeta. Y si la poesía es tan sólo saber hallar el ritmo privilegiado y a la vez improvisar en una aventura ininterrumpida de variaciones infinitas, para que del encuentro quizá mecánico de dos o tres elementos surja un universo siempre nuevo, cantado sin pausas, en ese caso, también podemos afirmar que Schulz es un poeta. Más poeta que muchos otros.

No obstante, la poesía es un poco de esto y un poco de aquello, y no es nuestra intención perdernos en definiciones estéticas con la mediación de Schulz. Se decimos que Schulz es un poeta lo hacemos sobre todo como desafío y como toma de posición. La afirmación «Schulz es un poeta» es sinónima de: «Charlie M. Schulz nos gusta sin condiciones, con fervor, con emoción, de forma intolerable, y no vamos a permitir que lo pongan en duda: quien afirme lo contrario es un malvado o un ignorante».

Ya está dicho. Lo cierto es que era fácil llegar a esa conclusión; de lo contrario, el lector no comprendería el tiempo invertido por los distintos traductores que se han dedicado a los manuscritos de Kafka, Valéry Larbaud a la versión francesa de Ulises y el padre Van Breda a los folios taquigrafiados de Edmund Husserl; de lo contrario no entendería las discusiones filológicas acerca de cuál era el equivalente más exacto de “Good Grief!” (que en castellano se ha traducido como “¡Por Dios!”) y cuál podía ser la expresión que transmitiera mejor la carga de desesperación y pasividad que encierra un “I can’t stand it” (Vertido al castellano como “¡No puedo más!” y “Ya no aguanto más!”); ni comprendería los delicados tejidos hermenéuticos sobre los cómics que, con sólo tocarlos, explotan como pomas de jabón (con historia y poesía incluidas).

Así pues, con el apoyo del lector y nuestra convicción, poco a poco las fantasías fueron tomando cuerpo y consistencia, y todos terminamos por creer que eran viables, y ¿por qué no iban a serlo?. Al fin y al cabo, ¿Acaso Carlitos no forma parte de la Consciencia Universal? ¿Acaso no es un Héroe de Nuestro Tiempo, un Leopold Bloom que todavía va a la escual primera, un Tipo Postivo, nuestro Everyman de bolsillo, el Filoctetes de los suburbios de las ediciones en rústica, un Jeremías de la Biblia plasmado en tiras cómicas, que a veces unos apócrifos vendidos nos han presentado en traducciones engañosas y malévolas para minar la base de nuestra fe, de modo que se requiere una legión de Erasmos para restablecer las lecciones y las glosas?. Pero bueno, ya hemos dicho bastante. Quien tenía que ofenderse, se ha ofendido y ha abandonado la lectura. Vamos a sentarnos a charlar tranquilamente. Os diré por qué las tiras cómicas de Carlitos y su pandilla creadas por Charlie M. Shculz son algo importante, auténtico, tierno y amable…

El mundo de Peanuts es un microcosmos, una pequeña comedia tanto para el lector cándido como para el sofisticado. En el centro está Carlitos: ingenuo, tozudo, siempre torpe y, por tanto, destinado al fracaso. Ávido – hasta la crisis – de comunicación y “Popularidad”, y recompensado con el menosprecio de las niñas matriarcales y resabidas que lo rodean, con alusiones a sus pocas luces, con insultos, con pequeñas maldades que lo desmoronan. Carlitos, impávido, busca ternura y apoyo por todas partes: en el béisbol, en la construcción de cometas, en la relación con su perro Snoopy, en los juegos con las chicas… Siempre fracasa. Su soledad se vuelve abismal, su complejo de inferioridad difuso (coloreado por la sospecha contunua, que llega incluso al lector, de que en el fondo Carlitos no tiene un complejo de inferioridad, sino que es realmente inferior). Pero lo trágico es que Carlitos no es inferior. Lo que es peor: es un niño absolutamente normal. Es como todos.

Por eso, siempre camina al borde del suicidio o, cuando menos, del colapso: porque busca la salvación en las fórmulas últimamente propuestas por la sociedad en la que vive. No hay duda de que a él lo han arruinado el doctor Kinsey, Dale Cornegie, Erich Fromm y Lynn Yutang. Sin embargo, como lo hace con una pureza de corazón absoluta, y sin malicia, la sociedad está dispuesta a rechazarlo en la persona de Lucy, pérfida, segura de sí misma, empresaria que busca el beneficio seguro, dispuesta a enarbolar una seguridad totalmente falsa pero de efectos indudables (las clases de ciencias naturales que imparte a su hermanito Linus son un cúmulo de mentiras y desplantes que revuelven el estómago de Carlitos: “Ya no aguanto más”, se queja el desdichado, pero ¿Con qué armas puede detenerse la mala fe premeditada cuando se tiene el infortunio de ser puro de corazón?...).

Carlitos ha sido definido como “el niño más sensible aparecido en un cómic, capaz de variacion de humor de tono shakesperiano” (Becher), y el lápiz de Schulz consigue plasmar esas variaciones con una economía de medios casi milagrosa: el chiste, casi siempre palaciego, en un lenguaje que roza lo académico (en contadas ocasiones recurren sus protagonistas al argot o los anacolutos). Se une a un trazo capaz de dominar, en cada personaje, hasta el matiz psicológico más diminuto. De ese modo, la tragedia cotidiana de Carlitos se hace gráfica para nuestros ojos con una incisión ejemplar.

De repente, en esta enciclopedia de debilidades contemporáneas, surgen claridades luminosas, variaciones improvisadas, alegres y repetidas en las que todo se arregla con unas cuantas palabras. Los monstruos vuelven a ser niños, Schulz pasa a ser únicamente un poeta de la infancia".




Mafalda y Umbertito :
"Mafalda no es solo un personaje de historietas; es tal vez el personaje de los años setenta en la sociedad argentina. Si al tratar de definirla se ha usado el adjetivo quot;contestataria;, no ha sido por uniformarse a la moda del anticonformismo a toda costa: Mafalda es de verdad una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es. Para comprenderla, conviene trazar un paralelo con otro gran personaje a cuya influencia no es ajena: Charlie Brown. Charlie Brown es norteamericano, Mafalda sudamericana. Charlie Brown pertenece a un país próspero, a una sociedad opulenta en la que trata desesperadamente de integrarse, mendigando solidaridad y felicidad; Mafalda pertenece a un país denso de contrastes sociales, que a pesar de todo querría integrarla y hacerla feliz, pero ella se niega y rechaza todas las ofertas. Charlie Brown vive en un universo infantil propio, del cual están rigurosamente excluidos los adultos (con la salvedad de que los niños aspiran a convertirse en adultos); Mafalda vive en un continuo diálogo con el mundo adulto, mundo al cual no estima, no respeta, hostiliza, humilla y rechaza, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres. Charlie Brown ha leído, evidentemente, a los revisionistas freudianos, y anda en busca de una armonía perdida; Mafalda, con toda probabilidad, habrá leído al Che.

En realidad Mafalda en materia política tiene ideas muy confusas, no logra entender que es lo que sucede en Vietnam, no sabe porque existen los pobres, no se fía del Estado y está preocupada por la presencia de los chinos. Sólo una cosa sabe claramente: no está conforme. La rodea una pequeña corte de personajes mucho más "unidimensionales": Manolito, monaguillo integrado del capitalismo de barrio, que sabe con total certidumbre que el valor primario en este mundo es el dinero; Felipe, soñador tranquilo; Susanita, beatificamente enferma de espíritu materno, narcotizada por Sueños pequeñoburgueses. Y luego los padres de Mafalda que como si no les bastara lo duro que resulta aceptar la rutina cotidiana (recurriendo al paliativo farmacéutico del ;Nervocalm;), se ven agobiados, por añadidura, con el tremendo destino de tener que encargarse de la Contestataria

El universo de Mafalda es el de una América Latina en sus zonas metropolitanas más adelantadas; pero es en general, desde muchos puntos de vista, un universo latino y esto hace que Mafalda nos resulte mucho más comprensible que tantos personajes del cómic estadounidense;además Mafalda es, en último análisis, un t;héroe de nuestro tiempo, y no se debe pensar que ésta sea una definición exagerada para el personajito de papel y tinta que Quino nos propone.

Ya nadie niega hoy que el cómic (cuando alcanza niveles de calidad) es un testimonio sobre el momento social: y en Mafalda se reflejan las tendencias de una juventud inquieta, que asumen el aspecto paradójico de una oposición infantil, de una eccema psicológica de reacción a los medios de comunicación de masas, de una urticaria moral producida por la lógica de los bloques, de un asma intelectual originado por hongos atómicos. Puesto que nuestros hijos se preparan para ser -por elección nuestra- una multitud de Mafaldas, nos parece prudente tratar a Mafalda con el respeto que merece un personaje real

"Nos había hecho mucho daño haber dejado de hacer viñetas para pasar a hacer, como decía Umberto Eco, pictogramas secuenciales de base aleatoria"
Josep Maria Bea, 1985

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_KraD_
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Mensaje por _KraD_ »

También habló de Corto Maltes.

Por cierto los de Dylan Dog son cojonudos.

}:-D
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Mr. Mxyzptlk
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Mensaje por Mr. Mxyzptlk »

Bonitas tetas.

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POLLOPUTO
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Mensaje por POLLOPUTO »

¿no es la rajilla de un culo con un calzón Abanderado?

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