Soy consciente de que últimamente me he puesto un poco moñón con las recomendaciones y temo que la audiencia de este hilo haya bajado de cuatro lectores a Stewie. Habéis de saber que me tocáis todos la polla, pues yo soy palabra, vida y sendero, y por si a alguien le cabía dudas voy a postear dos perlazas wagnerianas que me van a redimir ya del todo. Soy también consciente de que si os arreo dos tracks en un mismo post podéis llegar a bloquearos y no bajaros ninguno, pájaros, pero en este caso debe ser así porque ambas están emparentadas, porque son de la misma ópera, “Maestros cantores de Nuremberg” (1868), y son las dos algo más que la puta polla. Y además son cortitas y facilísimas. Cuando dios me juzgue por maricón y sodomita (activo, por lo menos, aunque no negaré que alguna vez me han petao el ojal) me perdonará por haberos recomendado esto.
Lo justito que tenéis que saber del argumento os lo arreo en un periquete: Walter es un forastero que llega a Nuremberg, se mete en la catedral y se enamora de una joven que ve rezando, Eva. Le cuentan que es hija de un alto maestro cantor de la ciudad, y que su padre la quiere casar con el ganador de un torneo de cantores que va a convocar para revitalizar las artes en la ciudad. Walter no pertenece a este gremio, así que no puede participar, pero aún así lo intenta. A parte del padre de Eva hay dos maestros cantores más cuya existencia es importante: uno es Beckmesser, un viejo judío mezquino y cancamusino, encarnación de todo lo ladino y perverso que según Wagner tenían los judíos, y que aspira a petarse a la niñata. El otro es Hans Sachs, el más anciano y sabio de todos. Al final del primer acto, Walter improvisa una canción delante de los maestros cantores pero es rechazado por su falta de ortodoxia. (Ni que decir tendré que Walter es, una vez más y de una manera bastante obvia, una nueva proyección de Wagner en uno de sus héroes.)
Pero Hans Sachs, pese a los errores cometidos, reconoce el genio larvado del chico y se compromete a ayudarle. En el segundo acto, Eva acude desesperada a casa de Sachs para rogarle que se presente él también al certamen. Ya que se va a tener que casar con un viejuno, por lo menos que no sea una rata judía, pero Sachs no acepta, y no porque no desee a Eva, sino porque sería muy poco sensato por su parte emular al anciano rey Marke de Tristán e Isolda (momento en el que Wagner se permite la autocomplacencia de meter por ahí el Motivo del Deseo de aquella ópera, como diciendo,
en efecto, al viejo Sachs se le sigue poniendo palote.)
Maestros Cantores es la única ópera cómica de Wagner, la única realmente terrenal, donde no hay dioses, reyes, maldiciones ni estirpes heroicas. Pero es Wagner después de todo, y en cuanto te descuidas se te pone trascendental, que para componer mariconadas ya había unos cuantos.
Los dos tracks que os arreo son del acto III. El primero es el célebre preludio y el segundo es el coro de los ciudadanos que inaugura el torneo de canto. Están emparentados porque los dos usan el mismo tema melódico. El preludio, en modo menor, más reflexivo e intimista, retrata la melancolía de la edad de un hombre como Sachs, pero también la grandeza y la dignidad que encierra la sabiduría acumulada, el haber aprendido a resignarse, el conformarse con lo ya vivido, frente a la mezquindad de Beckmesser que todavía aspira a petarse a la fresca jovencita. Es, amigos, una de las piezas más conmovedoramente nobles jamás escritas.
Si la música es un lenguaje, helo aquí.
Con ese mismo tema estalla el jubiloso coro “¡Despertad!”, y todo lo dicho respecto al preludio ya no cuenta. La música aquí se eleva y se engalana con escamas de oro. Apoteósica polifonía arraigada en la tradición alemana, gloria absoluto del género humano que celebra la vida en un prado cuajado de flores. Esto te lo bajas rapidito, Stewie, que papá te tiene bien calado y sabe lo que te la pone morcillona.
’Preludio Acto III’ - Wagner - ‘Die Meistersinger von Nürnberg’
’Wach’ auf!’ – Wagner – ‘Die Meistersinger von Nürnberg’
¡Despertad! Ya se acerca el día;
en el verde matorral oigo cantar
a un delicioso ruiseñor,
y su canto atraviesa valles y montañas.
La noche se pierde al occidente
y el día se eleva por oriente;
la resplandeciente aurora
rompe por entre las sombrías nubes.
¡Salve, Sachs!
¡Salve a ti, Sachs!
¡Salve a Sachs de Núremberg!
¡Salve al amado Sachs de Núremberg!
¡Salve! ¡Salve!