Cíclope Bizco escribió:Antes de la mudanza de una de mis engoladas hermanitas estaba en mi poder una edición mucho más antigua, sudamericana.
Las que yo tengo son traducciones hechas en España, así que no podría comparar. Mi edición favorita es una de Plaza & Janés de los años 50, aunque el volumen que tengo es una reedición de los 70.
Lo que tengo en mis manos, justo para responderte, es la novísima edición de Contemporánea Debolsillo.
Un para mí ignoto carlos manzano rubrica la traducción fechada en 1.999.
Justo abajo, en la primera página reza lo siguiente:
Huuuy... un traductor con ganas de sus cinco minutos de fama. No suena bien. Pero bueno, habrá que darle en beneficio de la duda.
Leo mucho menos de lo que debiera, ya van por siete mis libros pagados y pendientes. La lectura es un placer tortuoso, nada que ver con la inmediata satisfacción de la música o el repantigueo chispeante de mirar películas.
Es cierto, yo hace años que leo poco.
De todos modos leer a Proust es algo que has de hacer tarde o temprano (cuando digo leer "a Proust", me refiero ovbiamente a "En busca del tiempo perdido"). Quizá la pega es que hay que estar en la frecuencia mental adecuada y en el debido estado de concentración espiritual para bucear en ese mundo: para mí, Proust es un escritor impresionista en el estricto sentido de la palabra (su escritura es pictórica desde todos los puntos de vista) y para apreciar lo que escribe hay que catarlo cuidadosamente primero y terminar de paladearlo una vez tragado. Hay que leerlo una vez con los ojos, pero sumergiéndose en él (Proust no admite el revolotear alegremente por sobre sus renglones dejando que pasen los números de página como si nada) y volver a releerlo en tu cabeza más tarde, reconstruyendo sus imágenes pincelada tras pincelada.
(En ese sentido, un biógrafo decía de él que Proust no creía que las sensaciones diesen la felicidad, sino que la posterior recolección del recuerdo de esas sensaciones era lo que daba la felicidad. Eso, al menos, responde bastante al "método" que hay que seguir al leerle: al melancólico "viviré cuando recuerde" de Proust, el lector ha de responder con un "disfrutaré de lo que leo no cuando lo leo sino cuando lo recuerde").
Además hay que reconocer que por momentos puede llegar a impacientarte su enfermiza minuciosidad rayana en el puntillismo, pero lo grande de Proust es que tras atravesar una espesa jungla de páginas repletas de subordinaciones paroxísticas e hiperrealismo neurótico (aunque, eso sí, siempre esteticista: lo suyo es realismo, no pedestrismo literario), te apabulla con alguno o varios párrafos absolutamente deslumbrantes que te hacen darte cuenta de que ya nunca dejarás de leer esa fascinante obra.
Pero bueno, es así: a Proust más que leerle se le desentraña, se le hace la autopsia y se le diseca. Aunque merece muy mucho la pena.
PD: Aléjate del "Silmarillion". Yo me leí -cuesta arriba- "El señor de los anillos"
únicamente para no ver la película sin haber leído el libro (el cual me habían recomendado miles de veces durante años y del que algún bendito instinto me habvía mantenido alejado). Las películas me gustaron, pero no puedo decir lo mismo del librito de marras (aún me sigo preguntando qué le ve la gente a ese libro). Después le eché un vistazo al "Silmarillion" pero no tardé en decidir que, puesto que no iban a hacer película de eso, no tenía demasiado sentido someterme a semejante petrificación atlántica.
Durante mucho tiempo me fascinó el proceso de conversión religiosa que sufría la gente que leía a Tolkien (incluso gente de la que sabía no eran lectores habituales), no acertaba a imaginar en qué consistía el encantamiento pero pensé que a lo mejor me pasaría lo mismo cuando lo leyese. Ahora que ye he leído a Tolkien, la verdad es que no puedo decir que sienta ningún tipo de fascinación pseudo religiosa por su insulso cuentecito. Más bien todo lo contrario.