Claro que sí, guapis, Ya está aquí, por fin. El post bianual que estabais esperando. El único motivo por el que, a pesar de mis constantes tropelías iconoclastas, mis rebuznos antiMatrix, mis arengas en contra del pestiño de los anillos y mis provocaciones criticando Magnolias y Dunes con la dureza que se merecen, aún no se me ha asesinado phorilmente. Y es que, como venía vaticinándose las últimas semanas, ayer volvió la hez, el alipori, la casquería rebozada en amianto y frita en aceite de motor de dos tiempos, la mayor concentración de casporancismo patrio y tardío, la prueba viviente de que el arte de Pedro Vera es fotorrealista. Anoche, volvió Masterchef; A las putas tantas en punto de la madrugada con su eterna impuntualidad por bandera en su firme convicción de comenzar cada año un poco más tarde, menos por necesidad logística que como demostración de poder al pasarse por el forro de los cojones las quejas cada vez más unánimes sobre el horario de esta fiesta literalmente trasnochada: Quéjense, quéjense, que podrán comprobar cómo aquí lo que manda es el chochazo de Samantha. A las 22:50, empezó anoche. 22:50. Te ponen en la cara la polla de Louie CK con pie de atleta y restos resecos de doritos y mantequilla de cacahuete del mes pasado y te la relames con fruición. La remilputa que me parió.
En una falta de previsión incomprensible en mí eficiencia habitual, diríase que la parte buena de mi subconsciente está tratando de boicotearme esta actividad extracurricular a todas luces perniciosa para mi salud, me encontré, a la hora acordada, con que la antena de casa no estaba funcionando y tuve que ir corriendo entre sudores y temblores de mono metadónico, a rebuscar entre las apps de mi tele en busca de la de RTVE añadiéndole tensión a la torpeza de mis dedos de obeso. Calculo que me perdí los primeros ochenta segundos de programa durante los cuales, Habitual me narraba a través del charlófono, teatrillos, vergüenzas ajenas y ensanchamiento facial Jordicrúxido. Con los ojos anegados en sangre y habiendo perdido ya para siempre cualquier atisbo de autoestima que pudiera aún quedarme, finalmente el brillo catódico alimentó mis ansias más atávicas y, de un suspiro, la boca se quedó abierta al amparo de diversa fauna entomológica.
Comprobé así, que el carapanismo de papada y carrillera que acuciaba al gilipollas de Jordi Cruz que en absoluto afectaba a su imbecilidad legendaria indicaba una suerte de metamorfosis pública en la que se está convirtiendo en el subnormal de su compañero que contrasta simétricamente con la evidente e inexorable transformación de Pepe Rodríguez en Jordi Cruz. Como nos incidía con insistencia machacona mi profesora de literatura de segundo de BUP con Don Quijote y Sancho Panza, estábamos aquí contemplando en directo, la Jordificación de Pepe y la Pepificación de Jordi. Samantha, en cambio, símbolo de la independencia feminista, ignorando a sus compinches, se está convirtiendo en el ojete de un castor, pure vanilla flavoured. Descubro, entre escalofríos que, en la primera edición de Masterchef, Samantha tenía la misma edad que tengo yo ahora. SUPUTAMADRE LA INSOPORTABLE BREVEDAD DEL SER. Se les unió, al triplete juradil, sólo para “ayudar en la selección de aspirantes” un chef con más méritos de phorero que la mayoría de la flaquez aquí asistente, al que le intuí respiración dificultosa entre vegetaciones y un caminar de a saltitos laterales, preferiblemente a ritmo de trombón. The real Michelin Star. Su presencia fue puramente estilística para el estiramiento artificial de un chicle que va ya hasta parla desde el Papiol, estén esos sitios donde quiera que estén: En esta ocasión, en vez de tres veredictos tuvimos que escuchar cuatro. En un momento perfectamente guionizado, con el vergüenzómetro rompiendo la escala Luca, se tiró al suelo (literalmente) fingiendo un ataque de risa, oportunidad perdida del guionista, de ponerle un charquito de barro para que se revolcara un poco el gorrinete.
El mecanismo de la prueba de selección de los aspirantes (claro), sin embargo, fue exactamente el mismo a pesar de las novedades. Presentación de pretendientes, énfasis en el melodrama de churrería, double hit combo si hay frikazo con melodrama, preguntas extracurriculares con sabor a sadismo barato… Han bajado un poco el pistón en cuanto a hacer bailar a los monetes con tutú. En la última edición hubo venta de bragas, burpees, tangos, pool dances, mercado de familiares tróspidos vendiendo lágrima a céntimo el litro y demostraciones de didgeridoo (dado el carácter hiperbólico de este post me siento obligado a aclarar que no hay rastro de ironía en esta última frase, todas esas cosas y alguna que se me debe de estar pasando por alto estuvieron en el primer programa de la pasada edición de forma escrupulosamente exacta); en el programa de ayer, sin embargo, apenas hubo algún bailesito ridículo, alguna explotaition del morbo más facilote y una familia feliz despidiéndose del pater familias tarugazo. Migajas. Menudencias. Insignificancias. Con lo que habíais sido. A este aparente cambio de actitud, hay que sumarle la ausencia absoluta en el cásting de representación trans (apabullantemente mayoritaria la última vez) y la atenuación sustancial de la sobreexposición del freak que, pulular pululaba, pero se minimizó su protagonismo a golpe de tijera en la edición. Algo ha pasado, fijo, supongo que alguien ha considerado que ya estaba bien de mostrarnos a los Españoles al mundo como un atajo de inadaptados cerebrobabeantes que a duras penas sabe atarse unas zapatillas con velcro. Diría que lo agradezco, pero sabéis que me voy a comer esta mierda no importa la cantidad de curry caducado que quieran echarle y, ¿a quién le amarga un regüeldo?
Hay un ludópata que en su día se peló la pasta de la despedida de soltero de un colega. Lo tratan con muchísimo respeto por haber dejado la ludopatía, eres muy valiente, le dicen. Me recuerda al gag de los Simpsons en el que todos los de la familia hacen esfuerzos para ahorrar. Y Bart dice: Yo empezaré a fumar y lo dejaré, y así ahorro la pasta del tabaco. Y Homer le contesta: Bien dicho, Bart, dejar el tabaco es una de las mejores cosas que se pueden hacer en la vida. Celebrar la fuerza de voluntad de alguien que la tiene sólo por contraste con cuando no la tenía es el más barato de los éxitos. No pasa el corte, pero el tipo se va contento, dice que su familia volverá a estar orgullosa de él por haber llegado hasta allí. Una nueva oportunidad para pedirles pasta prestada.
Hay una coreana que curra en el mar de plástico y dice que su vida está súper resuelta.
Hay mucho cretino que dice que no quiere ser cocinero y aprovechan la coyuntura audiovisual para hacer el símbolo del corazón con los dedos a la cámara. No fuera a ser que alguien intuyera algún ápice de coherencia en toda esta mierda, treinta segundos después de decir, los jueces, por enésima vez que aquí lo que buscan son personas que quieran ser cocineros profesionales, van y clasifican a una tipa que declara abiertamente que a ella los fogones se la sudan lo que ella quiere es ser crítica culinaria y que si no la cogen piensa hacerse crítica igualmente para ir al Abac a rajar.
Hay muchas veganas como en cada edición, soltando su discursito fotocopiado de que se puede comer bien siendo vegano, y como en cada edición les dicen que, si no van a comer carne que se vayan a su puta casa, cojones, que en el primer programa vamos a hacer criadillas y te vamos a obligar a comértelas todas crudas a gollete a golpe de embudo. Finalmente hay una que dice que es vegana pero que se va a comer las pollas y los torreznos que haga falta y le dejan pasar.
Hay concentración de cuñadismo de Pepe como para una esferificación tamaño vaca lechera.
Hay una fusión fotorrealista entre Matt LeBlanc y Hovick (a lo que Habitual añade un Huankenovik que aún me duele en las costillas y he sentido la necesidad imperiosa de transcribíroslo aquí porque os amo y os odio a partes simétricas, y si yo me lo he comido, vosotros también) que cocina comida de perro.
Hay un pijísimo gayísimo ruralísimo (fatality de los de navajazo en el hígado) que dice que no quiere estar en Masterchef pero se le ve en un vídeo mariposeando muchísimo entre cabras (literalmente, el animal caprino) y que hace un pan mojado en sangre bastante asqueroso, pero es que él tampoco quiere entrar en Masterchef, sino que toda España vea lo majestuoso de su aleteo.
Hay un monaguillo, de panochismo incipiente y gafas de montura dorada, the chosen One en el multiverso Yunque-Íncel al que acompañan unas cheñoras, presumiblemente monjas, que rezan con él cánticos muy alegres y cristianos.
Hay una gitana guapísima que dice que su padre está hasta los cojones porque ella está con un payo y su hermano es gayer, comentario que provoca la precipitación al suelo del juez gordaco en forzadísimo ataque de risa. El gilipollas de Jordi Cruz, con el portaaviones de caraza que se ha echao, niega la entrada a la gitana y ella le dice que que no se lo encuentre por Madrid que le echa un mal de ojo que se le arruina el tenderete; ojalá Dios que se encuentren.
Hay una hermana de Amaia Montero (true story), con pinta de que le quedan 3 de los 10 pasos para completar El Programa y le den por fin la chapita de los 5 días sobria.
Pausita para la venta de órganos en prime time. Maestros de la cocina, no sé qué mierda de música y Paula Vázquez Michael-Jacsonizada, qué te hiciste, Paula, por qué te destrozaste así, con lo majísima que tú eras.
Y llega, por fin, la prueba de exteriores, en Barcelona, con la Sagrada Familia, imponiendo su imponencia en riguroso segundo plano.
Y llega, por fin, en este post, la hora del bestiario. Éstos son los clasificados de la edición, los candidatos a Masterchef España 2024, la colección de inadaptados insoportables que con el tiempo aprenderemos a querer y a odiar (casi seguro a odiar en su mayoría) como se merecen y mi oportunidad para demostrar, un año más el estupendo estado de forma en el que se encuentran mis dotes para la motenimia. Por orden de la fragilidad de mi memoria, asistida por la conversación por whatsapp con Habitual:
The Punished. Gayer tullido, a ver cómo se sube a la furgo a por los puerros, de pierna protésica y discurso único, Paulo Coélhico, sempiterno y machacón, paradigma de superación con aliño homosepsual. Guapote, con un aire a Jon Bernthal (the Punisher). En su plato para entrar dibujó un pene con la disposición de los ingredientes.
Gorrito de Plata. Legionario Terraplanista, a la primera curva soltó su discursito que llevaba preparado y no se le volvió a oír. A Samantha la convenció inmediatamente, ya venía un poco predispuesta, lo de la curvatura terrestre no acaba de encajar mucho con sus ideales profundamente católicos.
Intensiómetro. Chula, barriobajera, navajera, de discurso interminable, pagadísima de sí misma, venenosa, villanísima y de intensidad al nivel once para empezar. En la primera prueba ya se le puso farruquísima con la capitana de su equipo, Musulwoman y poco después se encaró también a otros aspirantes, a jueces, a camarógrafos, y a unos yayos que andaban turisteando por los alrededores de la Sagrada familia. Promete kilos y kilos de entertainment rancio a hormigoneras.
- Mandas mucho - le dicen.
- Claro. Soy contable.
(sic).
Musulwoman. Le faltan dos papas pal kilo. Remedo en un universo paralelo islamófilo de Tamara Falcó, con un ciento cincuenta por ciento menos de personalidad (¡y ya es decir!). Jovencísima, torpísima, huidiza, de pretensiones villánicas pero sin capacidad real para asumir los riesgos, retorcida, de mirada perdida en lo más profundo de un pozo de inopia sanguinolenta en mitad de un manicomio guatemalteco. Firme candidata a ser el primer aspirante de Masterchef en suicidarse en directo. Fue capitana en la primera prueba y se tensó la fragilidad de su cordura hasta alcanzar el grosor de un hilo de grafeno. Dice que hace pool dance y el gilipollas de Jordi Cruz se sube a ese carro como el ave de rapiña que es y le dice que la semana que viene lo demostrará ante las cámaras. Sin opción a la libertad. Pobre musulwoman, que Alá la tenga en su gloria.
Pa Negre (sin sal) . Niggah (¿dominicano?) más soso que la avena. En un momento, para demostrar que no es nada soso, se pone a bailar y se me cayó la intensidad de la wifi, las luces de mi salón parpadearon por falta de tensión eléctrica y se acabó el anticiclón que llevaba meses azotando la península.
Choco (late) . El mote no es mío. Al parecer alguien le hizo alguna vez un comentario racista y a ella lo hizo suyo. Me cae bien, (en principio, no me caso con nadie que esto es muy largo y luego tengo que arrepentirme) y me parece bastante guapa. Amenaza con ser la pesada de los postres de cada edición.
Cheque social #1. The Lesbian. Intensisísima aunque palidece ante el auténtico espectáculo de la naturaleza, al geiser emocional de Intensiómeter. Tiene una boca muy bonita. También me cae bien. Me preocupa que las dos únicas concursantes que me caen bien sean precisamente las dos que me parecen atractivas. ¿Me estaré Corleonizando? Noto como el feminismo se me cae inexorablemente de los bolsillos a medida que me hago mayor. ¿Estaré precipitándome sin remedio hacia Señor Mayor de Derechas? ¿Se estará cebando la ironía en mí de forma tan dolorosa como inevitable?
Vegan Power. Ha sacrificado sus poderes veganos por la promesa de un maletín lleno de dineuros y un curso en el Basque Culinary Center. Cuando tu personalidad la define tu opción nutricional y lo mejor que puedes decir de tu plato es que lo has probado, no tienes demasiado que hacer ante esta caterva de personajazos entrenados por la CIA para la exudación de caspa. Masilla de manual, primera víctima del fagocite x-treme coprofágico.
Gemma Teller. La típica matriarca de familia de amigos jevits, la que todo grupo de amigos jevits tiene, Sons of Anarchy’s role model Style, la que se encarga de mantener unida a esa familia no cosanguínea que el Metal ha unido en un lazo aún más profundo que la sangre. Con cejas antifotorrealistas y pelo molamil, a la primera de turno llama tronco a Pepe pero se diluye en su personaje al segundo tres ante la incapacidad que tiene la realidad de sostener una caricatura demasiado tiempo antes de que se le vean las costuras.
El guitarrista de Def Con Dos. No es un mote. Es el puto guitarrista de Def Con Dos. Ojalá, por favor lo pido, montadores de esta mierda, presente un plato de tonalidades rojizas, con salsa de tomate o grosella o lo que sea, y en la sala de montaje acompañen las imágenes con su tema De Cacería:
Ketchup de color de sangre,
carne picada devorada por el hambre,
rodajas de pepino, aros de cebolla,
carne de cañón que mastican las señoras
No hay huevos, TVE. No hay huevos.
Católicas Trisómicas por el mundo. Cheñora con cinco hijos agradecidísima al Zara por haberle permitido llevar adelante su familia numerosa. Hagiografía poco disimulada a Amancio como paladín de la conciliación familiar. Autoadjudicada “la mamá” de la casa, aunque igual hay otros memos de su misma edad, su única conexión con algo parecido a un arquetipo que le pueda proporcionar un proyecto de personalidad es mediante la maternidad y se aferra a su papel con uñas postizas y esfuerzo desesperado. Masilla que no puede interesar menos.
El pulga (el mote no es mío) (Go Global). Gañanazo de órdago con gorrita patrás al que le faltan dos minutos de microondas. Muestran a su familia numerosa con mujer perfecta y niños querubínicos que contrastan con el feísmo en las maneras y las formas de esta broma de mal gusto de señor desordenado. Le preguntan que cómo va a dejar a su parienta sola con cuatro niños y él se defiende, con orgullo, argumentando que no hay problema que yéndose le ahorra trabajo a la pobre mujer. Todos ríen muchísimo la ocurrencia porque estamos en los años setenta y Feminismo es una marca de fajas.
Orejas Amenábar. Borderline al que se le ve el esfuerzo constante para que no le caiga la baba en el delantal, en la olla o en las zapatillas, probablemente usa pañales para dormir. Se parece a Alejandro Amenábar pero con flequillo redneck, bizqueo intelectual y orejas dúmbicas.
Masilla #X. Una responsable de cátering que dice que un día sirvió al marido de Elsa Pataki, ella cree que es Thor. El verdadero Thor, no me cabe duda. No recuerdo su cara ni su voz, ni sus platos ni si llegó a hablar más durante todo el programa.
Masilla #X. Una rusa rezongona que está de mal humor porque Intensiómetro le ha robado sobradamente el rol de villana que ella pretendía asumir y ahora refunfuña todo el rato sin saber cómo posar para la foto.
Masilla #X. Un señor con pinta de buena gente, hechuras de teleñeco rollizo que me recuerda a alguien todo el rato, pero no sé quién. Cero interactividad con la audiencia, de momento.
Hay más peña, seguro, pero son borrones en mi memoria, muescas en mi culata, estrías en mi michelín. Putos masillas.
Prueba de exteriores, en Barcelona a orillas de la Sagrada Famiglia. Aparece Jasikevičius Delicius, carapájaro, a la que le ha crecido la tocha un par de centímetros. Y yo muy a favor de las tochas, siempre. Intensiómetros se hace paso a codazos entre sus compañeros para boicotear, humillar, insultar, y apabullar a base de pasivoagresividad (muy poco pasiva) hacia su capitana, Musulwoman que, aún siendo una bicha terrible, no se esperaba tamaño derechazo en la mandíbula de buenas a primeras, a duras penas aguanta en pie. Autoproclamada capitana suplente ante el shock anafiláctico de la otra pobre, la villana lleva a su equipo a la victoria haciendo una escalivada por lo que, encima se lleva la gloria por iniciativa. Esto es lo que vende Masterchef, amigos, el que todo vale para ganar, el písale el cuello a tu vecino por un trozo más grande del pastel, el neoliberalismo más asqueroso, el triunfo del mal porque el fin justifica los medios.
En el otro equipo, una gestión mucho más sensata por parte de la lesbiana capitana es insuficiente. Aprendamos la lección, amigos. Hollywood nos engaña, el mal siempre gana. Intensiómetros no deja de repetir que su vieja le dice siempre que se controle y que menos mal porque si no sería mucho peor y el vórtice de maldad que se acumula en el cielo barcelonés hace palidecer las peores amenazas meteorológicas de la franquicia de los Cazafantasmas.
Pijazos de Barcelona haciendo cosas de pijos y corriendo pal plató.
Finalmente prueba de eliminación en la que todos cocinan aunque sólo los delantales negros se juegan la permanencia. Viene Garrote con su eterno optimista, qué señor tan majo, el Berasategui (o qué bien lo disimula). Y estoy yo empezando a celebrar la ausencia de minions (de los no cocineros, al menos), que qué raro que ni una traza de Anabel Alonso ni un codo de Santiago Segura nos hayan colado aún, cuando aparece por sorpresa la Joker de Carabanchel, la Meroño, a aportar cero punto cero átomos de interés o contenido, pero a arañarle unos minutos a mis horas de sueño. Para mi gusto estaba durando poco, esta mierda, ojalá una prueba sorpresa y acabe a las putas cinco de la mañana. Pero no. A las putas dos, y sin avance de la semana próxima.
Menuda turrah, amics, cómo me queréis para aguantarme semejancias, qué poco me lo merezco.