Yo no creo que la feúra/guapura de una ciudad determine tanto el que se quiera escribir sobre ella, creo que es más determinante si se dicha ciudad se desprende cierto caracter o personalidad. Anda que no hay ciudades preciosas de postal que no tienen ningún tipo de espíritu y que, al aparecer en alguna obra, solo es para evocar un conjunto de monumentos o lugares emblemáticos. Es decir, para que el autor pueda delegar lo de crear atmósferas en el imaginario colectivo.
En Madrid hay suficientes recursos propios de la ciudad para crear un novelón madrileño, que no pudiera ser exportado a otras coordenadas y que solo tuviera sentido en dicha ciudad. Pero por desgracia, casi todas las mierdas que nos cuentan sobre Mandril son gilipolleces para yuppies, absurdeces de la movida, y dramas de la posguerra.
Lo mejor de todo es que ni siquiera habría que hacerlo explicito, la ciudad sería un protagonista que sobrevuela en todo momento sobre la trama y sin artificios. Yo si quisiera escribir La Gran Novela Madrileña no desdeñaría estos recursos:
EXTRACTO DE LA POSIBLE NOVELA MADRILEÑA ESCRITA POR PERRICO VUESTRO HAMIGO
El bar estaba vacío, como la ciudad en agosto. Hacía algo de calor, pero no tanto como en los vagones de la atestada línea 6. Borja, al sentarse en uno de los taburetes, llamó al camarero:
- Un bote de cerveza.
- En seguida joven,- respondió aquel en un volumen quizá demasiado alto.
El camarero hurgó detrás del mostrador y sacó una lata de color esmeralda, que procedió a colocar sobre la barra. Borja la saboreó mentalmente antes de abrirla. El camarero se metió un momento en la cocina y regresó con un plato con algunos calamares.
- Este pescado está mazo de fresco, ,- dijo Borja tras saborear uno.- Cuesta creer que esta ciudad no tenga mar.
- A mi mujer la digo siempre eso mismo. Más fresco que comprado en la lonja.
En ese momento, la puerta del bar se abrió. Borja reconoció la figura de Maricarmen, que se dirigió a él con pasos sensuales. Al llegar a su altura, se sentó en uno de los taburetes de al lado, y sin mirarle aún, pidió al camarero:
- Una agua del grifo en copa balón, por favor.
El camarero sonrió ante la elección de la dama, aunque trabajaba en un bar que proporcionaba todo tipo de bebidas espirituosas sabía reconocer una opción ganadora.
- Fresquísima,- suspiró Maricarmen en cuanto la probó. Entonces miró a Borja y le dijo.
- El centro está imposible, me cago en ros, no vuelvo a venir en coche. Lo he tenido que aparcar bastante lejos, a una distancia similar a la que hay de Cibeles a Colón un par de veces.
- Entiendo,- murmuró Borja.- Por cierto, ¿tienes las entradas?
- Sí,,- contestó Maricarmen.- Por fin podremos ver El Rey León El Musical.
- Debuti