En este rincón
Re: En este rincón
Merodeador escribió:En este rincón y rodeado de vosotros mis amigos, me atrevo y oso comunicaros mi cercana muerte. Lo que podía salir mal salió peor y un repentino giro del destino me recorta el tiempo vital a lo que me mantenga en pié, dejándome a veces en puntillas.
Buenos ratos y muchas risas.
Con Dios.
Cuando hace aproximadamente dos años me recomendaste que fuera a ver la exposición de Gauguin y los orígenes del simbolismo, pensé que bromeabas.
Ahora, y sobretodo desde Marzo, intento convencerme de que sigues haciéndolo.
Después de comentarte en algunas ocasiones que lo malo de seguirte es no poder seguirte, intento no alarmarme cuando cuentas las historias ( a menudo tan reales ) y evito casi siempre sonreír cuando parece que las cosas acaban bien. Por protección, por costumbre supongo.
Has insistido demasiado en algunas cosas relacionadas con la felicidad, y mentirte ha resultado un juego que antes ni de broma se me hubiera ocurrido.
He hecho el esfuerzo de recordarlo todo, desde el primer día. Desde que decidiste que ya era hora de empezar a hablar conmigo.
Pero son tantas las cosas, que por no limitarme me aferro al recuerdo de la sonrisa de alguien y al olor de algo muy familiar.
No intentes entenderlo todo, yo nunca lo he hecho.
Después de haber jugado contigo a irnos por la tangente y a no respetar las normas ( sobretodo las conocidas ), te agradezco que me ayudaras a buscar entre los sobrantes las restas de lo que creía perdido.
Y sobretodo que lo hicieras sin darte cuenta.
Tuya, para siempre.
Bárbara.
Creían que estaba loca solo porque le quiso desenterrar una vez.
- Merodeador
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- Registrado: 17 Mar 2004 01:18
Gracias Jubilao, pensé en otro método.
Llegado el día, alguien conocido publicara el día, hora y tanatorio de la incineración y por supuesto mi nombre. Para el que pudiendo acudir, quiera darme su último adiós.
No será solo una persona, sino tres. Amigos y amigas de alma.
Es lo que tiene el conocer la cercanía de tu muerte, que te da para organizar estas cosas.
No os mosqueéis porque no me muera rapidito, ya lo comenté que el médico me da dos meses si el tratamiento (quimio paliativa) no funciona pero seis u ocho si funciona bien y despues que se yo.
Si vivo un par de años y puedo seguir con vosotros os juro, por el pezón izquierdo de la Virgen del Pilar, que no pienso protestar.
Con Dios.
Afinador de cisternas
- Criadillas
- Palomitero mórbido
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Hostias putas Mero, que hasta parece que vas en serio.
No te voy a decir demasiadas cosas salvo lo que quizá me gustaría que me dijesen a mí en esta situación:
Siempre es un placer leerte.
Siempre, ya sea con tus relatos o con algún post idiota de esos que también (y tan bien) te salen.
Y también que...
.... folla todo lo que puedas.
Hay quien te dirá que hay cosas mejores para hacer a esas alturas.
Pero todos sabemos que no es cierto.
Un abrazo sincero.
No te voy a decir demasiadas cosas salvo lo que quizá me gustaría que me dijesen a mí en esta situación:
Siempre es un placer leerte.
Siempre, ya sea con tus relatos o con algún post idiota de esos que también (y tan bien) te salen.
Y también que...
.... folla todo lo que puedas.
Hay quien te dirá que hay cosas mejores para hacer a esas alturas.
Pero todos sabemos que no es cierto.
Un abrazo sincero.
Dunkis dijo:
Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.
Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.
- _KraD_
- Bomba Sexual del pHoro<br><b>Ñrgggg</b>
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- Registrado: 01 Sep 2003 13:06
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La cena de los idiotas
El ilustre anfitrión nos había invitado a una solemne cena con el propósito de darnos un anuncio importantísimo. Al igual que a los demás la invitación me llegó tarde y de improviso. Si ese día ya había cenado. No pasa nada tengo estómagos vacios para ocasiones como esta.
La sala estaba llena, muchos invitados y la mayoría no sabían muy bien que hacían allí. Caras conocidas, bastantes. Por otro lado nombres conocidos, el resto. Eso no le quitaba importancia.
El anfitrión merodeaba por la sala y sorprendentemente hizo público su anuncio antes de que tan siquiera entrara la comida en la mesa. Fué una sorpresa para todos, unos se compadecieron y otros no se lo creyeron. Despues por un azar caprichoso coincidió que él ocupaba el asiento situado enfrente al mio.
Acto seguido entraron los manjares y las discusiones sobre el reciente anuncio de nuestro anfitrión se fueron inflando. Observé, no sin cierto asombro, que la gente se crecía a cada mordisco (no necesariamente de la comida) y pronto empezaban a hablar con la boca llena, casi escupiendose los restos de comida unos a otros.
El espectáculo era bastante decandente. Alguien lo tildó de esperpento y no pude sino darle mentalmente la razón.
Mentalmente porque a mi me habían educado de cierto modo y las férreas normas de modales en la mesa que me enseñaron comenzaban con un "No hablar con la boca llena".
Es por esto que mastiqué sin prestar mucha atención, repetí un par de platos y en ningún momento abrí la boca para algo que no fuese probar el vino.
Es por esto...y porque algunas de las cosas que estaba oyendo solo implicarían que (en el caso de sumarme a las discusiones, acusaciones y puñaladas verbales que volaban) se descubriese que mi forro escrotal no se puede inflar solo con helio.
Mientras tanto el anfitrión impasible contemplaba (no sin cierto gozo) el show que se producía. En un momento dado se descalzó y note su pie tonteando con mi entrepierna, pero no le hice mucho caso y dedique mi completa atención al plato devorado.
Unos se acusaban, otros gimoteaban como niñas, muchos se quejaban y otros tantos lanzaban ánimos. Debí ser de los pocos que opinaban que había que guardar las formas y esperar al momento.
El anfitrión volvió a meter el pie en su zapato.
(...)
Pasadas horas que hubiese jurado que eran días yo aún seguía en la sala, y él también.
Seguía masticando pero hacía tiempo que el bocado había perdido su sabor.
Los demás se habían ido, habían olvidado o danzaban atentos a sus quehaceres por la sala.
Yo tragué, por fin, y abriendo la boca me dispuse a comentarle al anfitrión lo que durante toda la cena le quise decir:
(...)
d.c.r.
PD: He tardado.
El ilustre anfitrión nos había invitado a una solemne cena con el propósito de darnos un anuncio importantísimo. Al igual que a los demás la invitación me llegó tarde y de improviso. Si ese día ya había cenado. No pasa nada tengo estómagos vacios para ocasiones como esta.
La sala estaba llena, muchos invitados y la mayoría no sabían muy bien que hacían allí. Caras conocidas, bastantes. Por otro lado nombres conocidos, el resto. Eso no le quitaba importancia.
El anfitrión merodeaba por la sala y sorprendentemente hizo público su anuncio antes de que tan siquiera entrara la comida en la mesa. Fué una sorpresa para todos, unos se compadecieron y otros no se lo creyeron. Despues por un azar caprichoso coincidió que él ocupaba el asiento situado enfrente al mio.
Acto seguido entraron los manjares y las discusiones sobre el reciente anuncio de nuestro anfitrión se fueron inflando. Observé, no sin cierto asombro, que la gente se crecía a cada mordisco (no necesariamente de la comida) y pronto empezaban a hablar con la boca llena, casi escupiendose los restos de comida unos a otros.
El espectáculo era bastante decandente. Alguien lo tildó de esperpento y no pude sino darle mentalmente la razón.
Mentalmente porque a mi me habían educado de cierto modo y las férreas normas de modales en la mesa que me enseñaron comenzaban con un "No hablar con la boca llena".
Es por esto que mastiqué sin prestar mucha atención, repetí un par de platos y en ningún momento abrí la boca para algo que no fuese probar el vino.
Es por esto...y porque algunas de las cosas que estaba oyendo solo implicarían que (en el caso de sumarme a las discusiones, acusaciones y puñaladas verbales que volaban) se descubriese que mi forro escrotal no se puede inflar solo con helio.
Mientras tanto el anfitrión impasible contemplaba (no sin cierto gozo) el show que se producía. En un momento dado se descalzó y note su pie tonteando con mi entrepierna, pero no le hice mucho caso y dedique mi completa atención al plato devorado.
Unos se acusaban, otros gimoteaban como niñas, muchos se quejaban y otros tantos lanzaban ánimos. Debí ser de los pocos que opinaban que había que guardar las formas y esperar al momento.
El anfitrión volvió a meter el pie en su zapato.
(...)
Pasadas horas que hubiese jurado que eran días yo aún seguía en la sala, y él también.
Seguía masticando pero hacía tiempo que el bocado había perdido su sabor.
Los demás se habían ido, habían olvidado o danzaban atentos a sus quehaceres por la sala.
Yo tragué, por fin, y abriendo la boca me dispuse a comentarle al anfitrión lo que durante toda la cena le quise decir:
(...)
d.c.r.
PD: He tardado.