¡Pues ahora pienso montar mi propio parque de atracciones! ¡Con casinos! ¡¡Y furcias!! ¡Es más, paso del parque...!"
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana…
… en ciertas obras civiles, en general promovidas por algún organismo público, las empresas constructoras (en adelante, La Contrata) solían tener en cuenta un capítulo presupuestario con el que absorber ciertos imprevistos. Ese apartado solía llamarse “Otros”, aunque no era raro que en la contabilidad B ese capítulo se denominara directamente “Putas y varios” porque, literalmente, se contaba con que había que pagar unas putillas al Cliente (en adelante, llamaremos El Cliente al técnico/s o político/s que gestionaran el contrato con La Contrata de forma más o menos indirecta).
Como si fuera el lenguaje de los abanicos, todo basado en gestos e insinuaciones (porque para este arte –como para todos- es necesario dominar ciertas técnicas), El Cliente solía dejar caer algún comentario en apariencia inofensivo (como “no me funciona bien el reloj”) o incluso chistoso (“a ver si os pagáis un día unos cafés, jeje”), que al poco acababan con El Cliente en persona eligiendo un Rolex en una relojería de alta gama o pidiendo un vino de 500 euros la botella para regar un almuerzo espectacular. Todo ello a costa de La Contrata, evidentemente. Pero tener al Cliente contento exigía este tipo de estipendios, porque no hace falta saber mucho de inteligencia emocional para entender que si satisfaces todos los deseos de una persona es bastante probable que tenga un trato de favor contigo. Habrá quien piense que La Contrata podría hacerse la sueca ante estos movimientos de abanicos que harían palidecer a Loco Mía; bien, hay que pensar en El Cliente como un gorrilla pero miles de veces más poderoso: no entrar en su juego podría dar lugar a un pinchazo o un rayón de millones de euros.
Scarface seal of approbal
Se podía hacer un tratado sobre las perversiones humanas que salían a flote ante las peticiones de El Cliente a La Contrata; en algún caso, se llegaba a bromear con que una obra se liquidó con más medición de cocaína que de hormigón armado, material de la misma naturaleza que la cara de El Cliente.
El problema se presentaba cuando El Cliente no conocía límites. Así, la Contrata podía verse sorprendida a altas horas de la madrugada, y tras una cena que vino a costar lo mismo que el alumbrado navideño de una pequeña pedanía, con la petición de cerrar un lupanar para uso y disfrute del Cliente, en la más absoluta intimidad, del producto allí ofertado. Toda negociación puede tener más o menos dificultades, pero hacer entender al encargado de local (procedente de una montaña de esteroides de Europa del Este) que no podían hacer frente al pago de la cantidad solicitada porque excedía el límite de la tarjeta de empresa, debería ser una práctica obligatoria en un MBA que se precie. Finalmente, la Contrata consiguió cerrar la transacción de forma muy ventajosa: tres cómodos plazos con cero euros de entrada con el aval de un par de DNIs y una cláusula que decía algo de romper las piernas en caso de impago.
Más peligro que Peter Campbell con un rifle
Conseguidores & Fiesteros
En uno de los capítulos de la serie Mad Men, el repelente Peter Campbell conversaba con un cliente, que le preguntaba en qué consistía su trabajo exactamente ya que trabajaba en una agencia de publicidad y no era creativo. Campbell respondía que lo que él hacía no era importante, y que envidiaba muchísimo a su cliente porque lo que este hacía era muy interesante. El cliente, visiblemente encantado, le daba las gracias; Campbell, sin apenas cambiar el rictus, le interrumpía: “¿ve? a eso me dedico”. La Contrata procura tener a sueldo de forma más o menos oscura (como en un apartado del capítulo de Putas y varios, por ejemplo) a personas que cuentan con contactos privilegiados en todo tipo de ambientes, desde gobiernos extranjeros a deportistas insignes pasando por arquitectos municipales y proxenetas de lujo. Estas personas, llamadas conseguidores, obran milagros en los concursos públicos ya que si la valoración de los mismos se reparte, digamos, en 49% la parte técnica y 51% la parte económica, te aseguran que la valoración subjetiva te adjudicará el contrato mediante sus contactos, que te otorgarán una puntuación técnica inalcanzable sean cuales sean las puntuaciones económicas de la competencia. En otros casos, las adjudicaciones se pervierten realizando la apertura de plicas de las ofertas económicas con anterioridad a la oferta técnica, de modo que el encargado de realizar la revisión de esta última ya sabe el margen de maniobra que tiene. Esa es la magia de los conseguidores: con una llamada telefónica, en la que apalabran algún regalo o recuerdan cierto favor debido, el contrato es oficiosamente adjudicado.
Los llamados fiesteros tienen un perfil diferente. Son como un tuno vestido de Armani. Gentes de verbo fácil con un amplio repertorio de chistes y reverencias que se lleva al Cliente a palcos privados donde contemplar eventos deportivos de primer orden tras el cual se dejan ver en los reservados de los clubs más selectos de la ciudad y acaban la noche acompañando al Cliente a un hotel de alto standing con señoritas de la misma categoría y muchas horas de presencia televisiva. Parece una buena vida la del fiestero, pero lamentablemente tienen unas condiciones de trabajo muy duras que en algún caso ha obligado a sus empresas a pagarles varias clínicas de desintoxicación.
¿La marca España? Me cago en dios... HIJOSDEPUTA TODOS.
