Señores, señoras, términos medios, tengo el dudoso placer de ofrecerles una clase de historia. Pero no historia muerta, ¡no! Historia que, a pesar de haber pasado más de quince siglos, persiste hoy día en forma de legado.
Les hablo del que fue ni más ni menos que el padre del pensamiento medieval:
BOECIO
También fue el padre del flamenco. Helo aquí haciendo palmas
En los tiempos que corren se quiere pintar el Medievo como una era para el olvido, era de corrupción, inmoralidad, suciedad e incultura. ¡Y una mierda! Griten conmigo: ¡Y UNA MIERDA! ¿Cómo cabe en una mente pensante que hoy día, en esta época completamente falta de teología y geometría, de claro derrumbe de los valores que sostenían la sociedad al nivel de la decencia y el buen gusto, pueda alguien juzgar las demás eras de la Humanidad?
Si ya ni siquiera se repele a los pervertidos, es más, hasta hacen comparsas injuriosas e incluso están bien vistos en sociedad, si las drogas están a la orden del día, si hacen festivales de ¡Eurojunior!, ¡si reeditan discos de Doris Day!... ¿en qué edad hemos caído? ¿Puede alguien imaginar algo peor que esto? ¡CLARO QUE NO!
La Edad Media fue un periodo claramente teológico, lo cual es indudablemente bueno. Asimismo, se le prestó una atención justa a la geometría. Y ¿gracias a quién se dieron estos dos factores? ¡A Boecio!, cuya influencia de los clásicos griegos sirvió para crear un nuevo concepto de Dios, como forma absoluta e inmaterial. En su concepto de esse reside la clave para la época que seguirá a la caída de un Imperio Romano que, temeroso ante la idea de que tanta lucidez hiciera temblar los cimientos de su civilización, encarcelará a Boecio y finalmente lo decapitará. Sin embargo, el bien ya estará hecho y el Imperio caerá de todos modos en Occidente, sin haber conseguido matar a Boecio del todo: su obra maestra, De Consolatione Philosophiae, será una de las más leídas en el Medievo, perdurando de este modo para siempre.
Pero no quiero alargarme más: dejaré que seáis vosotros mismos los que descubráis la grandeza de Boecio a través de su lectura. Si os atrevéis con el original, aquí lo tenéis. Y si no, pues a la biblioteca. ¡Vamos!
El Padre
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