Micro
Re: Micro
Última arrogancia
Perplejidad, porque no era frecuente que alguien tan anodino le dirigiera la palabra. Por lo general, las personas anodinas bajaban la mirada cuando las sorprendía mirando. Se conformaban con robarle la fracción de un movimiento o un destello minúsculo antes de achantarse, disimular, e irse a rumiar sus miserias, su indignación por los caprichos de la genética, o lo que sea que rumie esa gente. Por supuesto que no habría reparado en él si él no le hubiera puesto la mano en el hombro y retenido un segundo antes de esfumarse. Perplejidad, ya digo, antes que cualquier otra cosa. Tanta osadía eclipsó lo demás. “Saludos de Beto” ¿Qué Beto? ¿Tenía Beto trato con gente tan gris? ¿Con estudiantes de ingenierías? ¿Con coleccionistas de cómics? ¿Con mileuristas treintañeros? ¡Qué cómico! A Beto se le podían reprochar muchas cosas, ¿pero amigos así? También eclipsó la tibieza que reptaba hacia su ombligo por el sendero cincelado de su abdomen. Su cerebro seguía tan ocupado vinculando a Beto con alguien tan insípido que no le dio tiempo a llegar a ningún sitio, ni a sentir dolor siquiera, antes de abandonar su cuerpo sobre un charco de sangre tan roja como la de cualquier otro hombre.
Perplejidad, porque no era frecuente que alguien tan anodino le dirigiera la palabra. Por lo general, las personas anodinas bajaban la mirada cuando las sorprendía mirando. Se conformaban con robarle la fracción de un movimiento o un destello minúsculo antes de achantarse, disimular, e irse a rumiar sus miserias, su indignación por los caprichos de la genética, o lo que sea que rumie esa gente. Por supuesto que no habría reparado en él si él no le hubiera puesto la mano en el hombro y retenido un segundo antes de esfumarse. Perplejidad, ya digo, antes que cualquier otra cosa. Tanta osadía eclipsó lo demás. “Saludos de Beto” ¿Qué Beto? ¿Tenía Beto trato con gente tan gris? ¿Con estudiantes de ingenierías? ¿Con coleccionistas de cómics? ¿Con mileuristas treintañeros? ¡Qué cómico! A Beto se le podían reprochar muchas cosas, ¿pero amigos así? También eclipsó la tibieza que reptaba hacia su ombligo por el sendero cincelado de su abdomen. Su cerebro seguía tan ocupado vinculando a Beto con alguien tan insípido que no le dio tiempo a llegar a ningún sitio, ni a sentir dolor siquiera, antes de abandonar su cuerpo sobre un charco de sangre tan roja como la de cualquier otro hombre.
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Re: Micro
6dedosgordosdelpie escribió:Hazme un avatar nuebo en el que salga Roy Munson y te haré caso.
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Re: Micro
Sobre el último microrrelato: mierda. Igual es un problema mío con el formato. Suelo ser bastante clásico al respecto, rancio quizás, y sólo me gustan aquellos que se limitan a contar una historia de forma breve y contundente. Sin mariconadas. Merodeador lo hacía muy bien, recuerdo.
Sobre el avatar: gracias por el esfuerzo, hamigo. En cuanto me canse del que tengo, lo cambio por el segundo que pusiste; el primero, aunque también mola (mira con qué estilo sujeta el cigarro), está en b/n, y los avatares en b/n me dan mucha tristeza. Si no lo cambio ya es porque, joder, en el que tengo ahora sale Roy Munson boxeando con unas tetas. ¡Unas tetas! Querría darle un poco más de vida al asunto...
Sobre el avatar: gracias por el esfuerzo, hamigo. En cuanto me canse del que tengo, lo cambio por el segundo que pusiste; el primero, aunque también mola (mira con qué estilo sujeta el cigarro), está en b/n, y los avatares en b/n me dan mucha tristeza. Si no lo cambio ya es porque, joder, en el que tengo ahora sale Roy Munson boxeando con unas tetas. ¡Unas tetas! Querría darle un poco más de vida al asunto...
Joder de Dios.
Re: Micro
Relax.
Ha sido un día difícil. Por fin llego a casa. La llave de la puerta no está echada. Estás dentro. Noto la tensión acumulada en los hombros y el cuello. Nueve horas delante del ordenador son las culpables. Al entrar noto el golpe de calor de la calefacción. Me deshago del gorro y del abrigo y del jersey. La casa esta en silencio. Me dirijo sin hacer ruido a la habitación donde se que estás. No te inmutas cuando entro en silencio y sigues mirando la pantalla del ordenador. Tu pelo esta recogido en una coleta y deja el cuello al descubierto. Me doy cuenta de que los auriculares que llevas puestos han evitado que oyeras la puerta. Me acerco intentando no hacer nada de ruido y coloco mis manos alrededor del cuello. Comprendo que he conseguido pasar inadvertido cuando pegas un pequeño saltito en la silla al tocarte. Me reconoces por el tacto y no apartas tu cuello que ahora es mío. Suavemente ejerzo una pequeña presión con los dedos pulgares en la parte trasera. El vello se te pone de punta. Inclinas la cabeza hacia delante para dejarme hacer. Noto como las vértebras ofrecen resistencia al apretar. Noto como los músculos del cuello se reblandecen con mi presión. Bajo las manos hacia los hombros sin dejar de apretar suavemente. Retiro los tirantes de tu camiseta con el mismo movimiento. Pego un rodeo hacia el comienzo de los brazos aprovechando para apretar un poco la parte superior de tu pecho. Mis manos vuelven por donde han venido aprovechando para visitar los omóplatos. Un pequeño suspiro suena cuando mis pulgares vuelven a hacer contacto con el cuello. Realizo movimientos circulares con los pulgares mientras acerco mi cara al cuello para que notes mi respiración. Tu cabeza cambia de posición para reclinarse hacia atrás cuando nota el calor cerca. Me ofreces tus labios con los ojos cerrados.
Y te beso.
Y me relajo.
Ha sido un día difícil. Por fin llego a casa. La llave de la puerta no está echada. Estás dentro. Noto la tensión acumulada en los hombros y el cuello. Nueve horas delante del ordenador son las culpables. Al entrar noto el golpe de calor de la calefacción. Me deshago del gorro y del abrigo y del jersey. La casa esta en silencio. Me dirijo sin hacer ruido a la habitación donde se que estás. No te inmutas cuando entro en silencio y sigues mirando la pantalla del ordenador. Tu pelo esta recogido en una coleta y deja el cuello al descubierto. Me doy cuenta de que los auriculares que llevas puestos han evitado que oyeras la puerta. Me acerco intentando no hacer nada de ruido y coloco mis manos alrededor del cuello. Comprendo que he conseguido pasar inadvertido cuando pegas un pequeño saltito en la silla al tocarte. Me reconoces por el tacto y no apartas tu cuello que ahora es mío. Suavemente ejerzo una pequeña presión con los dedos pulgares en la parte trasera. El vello se te pone de punta. Inclinas la cabeza hacia delante para dejarme hacer. Noto como las vértebras ofrecen resistencia al apretar. Noto como los músculos del cuello se reblandecen con mi presión. Bajo las manos hacia los hombros sin dejar de apretar suavemente. Retiro los tirantes de tu camiseta con el mismo movimiento. Pego un rodeo hacia el comienzo de los brazos aprovechando para apretar un poco la parte superior de tu pecho. Mis manos vuelven por donde han venido aprovechando para visitar los omóplatos. Un pequeño suspiro suena cuando mis pulgares vuelven a hacer contacto con el cuello. Realizo movimientos circulares con los pulgares mientras acerco mi cara al cuello para que notes mi respiración. Tu cabeza cambia de posición para reclinarse hacia atrás cuando nota el calor cerca. Me ofreces tus labios con los ojos cerrados.
Y te beso.
Y me relajo.
Me cago en los muertos de Manolo Cardo.
- The last samurai
- Ulema
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- Registrado: 10 Ene 2004 13:20
Re: Micro
Pisa la calle y se dirige al parking con mirada altiva y segura. Al llegar a la motocicleta, abre el baúl, extrae el casco negro metálico del interior y lo sustituye por el maletín de piel en el que transporta su ordenador portátil. Se echa el pelo hacia atrás y se coloca el casco como el que se vaporiza un chorro de colonia. Se sienta a ahorcajadas sobre la scooter de 125 y quita el caballete lateral con un gesto de espuela calculado y perfectamente higiénico que deja intacta la raya del pantalón. Se asegura de que la americana llace impoluta sobre la parte trasera del asiento y se observa a sí mismo en su imaginación, perfectamente entronado en su moto, listo para enfrentarse al día. Acciona el freno trasero y pulsa el botón de arranque. Ruge a la primera, como un gatito que pide mimos. Hace girar el manillar y alimenta el carburador con una generosa dosis de gas.
On the road again.
La copiosa comida le hace regurgitar un sonoro y reverberante eructo mientras está parado en el semáforo. El hermético y aislante vacío que le proporciona el casco permite que el olor de la comida a medio digerir le acompañe durante un par de quilómetros.
Los macarrones de la mama.
Qué ricos.
On the road again.
La copiosa comida le hace regurgitar un sonoro y reverberante eructo mientras está parado en el semáforo. El hermético y aislante vacío que le proporciona el casco permite que el olor de la comida a medio digerir le acompañe durante un par de quilómetros.
Los macarrones de la mama.
Qué ricos.