[Dragó Powa] El último libro que te has leído.

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puagh
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por puagh »

El Hombre de los 21 dedos - Jose Angel Mañas y Antonio Dominguez Leiva

El hombre de los 21 dedos es una serie de novelas (tienen preparadas 14) negras, salvajes, cortas y muy divertidas. En apenas 100 páginas se nos cuenta una aventurilla de un antiheroe con malformación, con unas insaciables ganas de dinero y rodeado de lo mejorcito de cada casa. Y siempre estructuradas de la misma manera: un prólogo, donde en realidad se nos cuenta cómo termina la aventura del libro anterior en la serie, y un final abierto, siempre con la misma frase: Te voy a matar (es decir, cada libro termina con situación muy comprometida para el protagonista).

La propuesta es muy llamativa, y más viniendo del escritor del Kronen, en auténtico proceso de reinvención. Y es que el género negro en los 90 puede dar mucho de sí.

En fin, a lo que vamos, me he leido las dos primeras de la serie y éste es el resultado:

El honor de los Campeador

Un crucero de placer, una familia disfuncional de toreros, un adolescente mariquita, una hija de Lola Flores ninfómana, un torero sin rabo... Una ensalada a la que se le acabaré echando mogollón de salsa de tomate. Ahora con la serie Herederos en antena, hasta gana actualidad y todo.

El libro empieza con un prólogo rocambolesco de chinos y ajustes de cuentas varios (hipotético final de la anterior aventura) y nos embarca en Mallorca en este demencial viaje.

Mola mucho el cambio de registro. Los primeros capítulos son narrados casi como cuaderno de bitácora, por medio del diario de uno de los viajeros, excusa estupenda para presentar a todos los personajes. Después cada minicapítulo se centrará en uno de ellos.

En teoría, no se sabe quién es 21, el protagonista, hasta casi el final del libro, pero la variedad de personajes hace que te lo imagines bastante rápidito en este primer libro.

El final es de traca.

El factor hispano

En el prólogo se cuenta la esperpéntica resolución del crucero de los Campeador, para pasar a un zulo en plena cordillera cantábrica, donde un gabacho, un policía fachoso, una mujer manipuladora y un subnormal, entre otros, ejecutan su propia de versión de los GAL.

Si Amedo y Domínguez no tenían glamour, estos elementos parecen sacados de la Rue del Percebe nº 13.

Aquí sí que es un verdadero misterio saber quién es 21. Los candidatos son de lo más variado. Y la presentación de los personajes se hace por medio de las hipotéticas cartas que le escribe el Tonto a su madre. Todo con muy mala uva.

Otro desparrame que se les va a todos de la manos.

En definitva, pulp, pulp, divertido y sorprendente.

Un 8 para cada una de las dos, que da gusto la agilidad con la que están escritas.

Mientras algunos escritores como Juan Manuel de Prada intentan demostrarnos lo serios e ilustrados que son participando en todo debate televisivo que se les ponga a tiro, otros, parace ser que han decidido pasárselo bien. Con dos cojones.

Una de las iniciativas literarias más divertidas que me he encontrado en los últimos tiempos.
Como ver a Platón y Aristóteles haciendo un 69 disfrazados de la patrulla canina.
Ramón, Telephono roto 2020.

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PrimeroDerecha
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por PrimeroDerecha »

"Las benévolas", ( Les bienveillantes) de Jonathan Littell.
Un libro absolutamente sorprendente, que produce una sensación casi alcohólica. Relata las amorales peripecias de un SS en el frente del Este, de forma que lleva casi a la nausea. No por la descripción de las atrocidades, sino por la tranquilidad que éstas se producen. Los oficiales sólo andan preocupados por estar enmarcados, organica o funcionalmente, en tal o cual unidad, de forma y manera que si fusilan a cincuenta ancianos, sea porque la orden la dió quien podía dar la orden, no vaya a ser que luego haya que hacer un pliego de descargo. La primera parte,"Tocata", presenta al narrador, salvado de todo castigo, en un discurso que dan ganas de cogerlo de las solapas y arrancarle la cabeza. "Nadie escoge ser víctima, pero nadie elige ser verdugo".

Para los amantes de la militaria, una obra de gran detalle y estudio, que incluye Glosario y Tabla de Equivalencia de Graduaciones (SS-WEHRMACHT-POLICIA-EJERCITO ESPAÑOL).

Yo la he leido con posterioridad a "El misterioso caso alemán", de Rosa Sala Rose, en cuyo inicio refiere como en los Juicios de Nuremberg, el defensor de uno de los acusados afirmaba que cómo un hombre amante de la música clásica podía ser acusado de crímenes contra la humanidad. Evidentemente, se trataba de un melómano, si. Pero tambien de un hijodeputah.
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Perro De Lobo
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Perro De Lobo »

PrimeroDerecha escribió:"Las benévolas", ( Les bienveillantes) de Jonathan Littell...


Le tengo ganas a ese, a ver si cae pronto.

Hace poco me terminé "Por qué no soy cristiano", de Bertrand Russell. Un compendio de ensayos bastante interesantes (sobre todo el que da título al libro) donde da un repaso crítico a las religiones, en particular a la católica. No todos los ensayos tocan el tema religioso directamente, pero sí es la tónica general. Curiosa la transcripción de un debate radiofónico entre Russell y el reverendo Copleston, donde discuten la existencia (o no) del niño G-sus. Y como apéndice final, el relato de porqué prohibieron a Russell dar clases en la universidad de Nueva York (los mismos que prohibieron Bola de Dragón en las autonómicas)

Recomendable, bien escrito y fácil de digerir.
He sido asaltado fieramente por la concupiscencia carnal

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PrimeroDerecha
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por PrimeroDerecha »

No te defraudará.
Al hilo de Russell, yo leo al alimón "Herejes" de Chesterton, que va en la misma dirección, pero sin duda en distinto sentido.
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Nicotin
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Nicotin »

”Vi que el encargado abandonaba su ocupación súbitamente y se tumbaba en la cubierta. (…) Al mismo tiempo, el fogonero, a quien también pude ver bajo de mí, se sentó bruscamente delante del horno y echó la cabeza hacia delante. Yo estaba asombrado. (…) Palos, unos palos pequeños, volaban alrededor a montones: pasaban zumbando por delante de mis narices, caían a mis pies, iban a estrellarse detrás de mí contra mi garita de timonel. Durante ese tiempo, el río, la orilla, el bosque, estaban en silencio, en perfecto silencio. Sólo se oía el chapoteante batir de las aspas del timón y el zumbido de aquellas cosas.”

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”El corazón de las tinieblas”, Joseph Conrad

No sé por qué he tardado tantos años en leer este libro o por extensión algo de Conrad (¡mea culpa!), porque la verdad es que he descubierto a un autor cuya narrativa se ajusta como un guante a mis gustos, y me doy cuenta de cuán incomprensible ha resultado mi adánica negligencia. “El corazón de las tinieblas” es una novela breve pero poco accesible; no tanto por su lenguaje –bastante al alcance de cualquier lector medio- sino por su densidad conceptual y su extraño y archipelágico entramado de reflexiones. No parece haber un gran mensaje global –lo hay, pero descompuesto en retazos aparentemente inconexos- ni una pretensión narrativa o estética concretas. Es como un mosaico impresionista que, en un limitado número de páginas, trata de hacer partícipe al lector de las experiencias del protagonista (cabe recordar que casi en su totalidad se trata al parecer de hechos autobiográficos). Y no lo hace ni reproduciendo detalladamente esas experiencias (la novela es más bien parca en detalles) ni resumiéndolas en una gran paradoja moral, sino pincelando el texto con las impresiones subjetivas del protagonista con una sinceridad tan directa que le hace incluso renunciar a las concesiones narrativas más convencionales.

Lo primero que me llamó la atención fueron los detalles biográficos de Conrad enumerados en el prólogo. Durante su infancia en Polonia estaba obsesionado con los mapas, la geografía y muy especialmente el remoto y desconocido centro de África, que en aquella época era un lugar repleto de misterios y fuente de numerosas leyendas. Cuando Conrad hubo de abandonar Polonia por la ocupación rusa, decidió hacerse marino mercante, primero en Francia y más tarde en Inglaterra, donde terminaría residiendo. Pese a sus fantasías infantiles sobre los viajes y la exploración, su visión sobre los marinos terminó siendo bastante poco romántica: según él, el viaje era la forma más pura de sedentarismo, porque un barco es igual a otro barco y un puerto igual a otro puerto. Esta desmitificación del marinaje resulta sorprendente, porque choca con la idealizada idea de la marina y la exploración que estaba tan de boga en la literatura europea desde hacía mucho tiempo. Me hizo recordar a otro gran literato con experiencia en la navegación: Herman Melville, quien pese a presentar una visión más novelesca de los balleneros, deja caer a veces algún comentario sobre la mentalidad prosaica de los marineros.

Otro detalle llamativo es el hecho de que Conrad ya en su tiempo era considerado un excelente escritor en lengua inglesa, pese a que le costaba cierto esfuerzo redactar en ese idioma. Vivía en Inglaterra, pero todos cuantos le conocían dejaron testimonio de que su inglés hablado era nefasto, y describen su acento como “incomprensible” u “horrible”. El propio Conrad reconoció que pensaba en polaco incluso tras vivir muchos años entre ingleses, pero se negaba a escribir en su lengua materna probablemente para no dejar su obra en manos de los traductores. Ni siquiera se avenía a escribir en francés, lengua que sí dominaba a la perfección y en la que, al contrario que el inglés, tenía una dicción “admirable”. Así que se tomaba el farragoso trabajo de pensar su obra en polaco, traducirla mentalmente al francés y de ahí transcribirla en inglés. Se da así la extraña circunstancia de que uno de los novelistas más destacados de la literatura anglosajona de la época, era un extranjero a quien el inglés le resultaba un idioma difícil.

“El corazón de las tinieblas” es el relato de una de sus experiencias náuticas, en la que finalmente culmina sus fantasías infantiles remontando el río Congo y conoce su soñado centro de África. No es, sin embargo (y me atrevería a decir que por fortuna) un libro de viajes. Conrad no busca epatar al lector con detalles exóticos ni presentándose a sí mismo como un aventurero a admirar. El protagonista y alter-ego de Conrad (llamado Marlow) no se regodea dándole al viaje un aire de aventura: no hay complacencia hacia el lector ni entretenimiento fácil. Marlow relata su viaje describiendo no aquello cuanto ve, sino qué es lo que siente cuando lo ve. El narrador no adorna los hechos para sorprender o agradar, todo lo contrario: se expresa con una descarnada sinceridad, como si de esa sinceridad dependiese la misma validez de su narración. La carencia de egolatría, autocomplacencia y búsqueda engordar su autoestima es tan inusual en un escritor viajero como impactante como método literario. Lo que normalmente conocemos como “licencias literarias” es algo a lo que Conrad parece renunciar no ya como método, sino incluso como principio.

La historia puede resumirse fácilmente: Marlow se adentra en África a bordo de un pequeño barco en misión comercial, para encontrarse con un misterioso personaje, el coronel Kurtz, de quein todo el mundo habla a lo largo del río. Marlow será testigo de la muerte de Kurtz y de sus últimas palabras, pasando a considerarse como heredero del testimonio del difunto y del importante legado moral que conlleva.

Ese argumento sencillo es pretexto para que Conrad vuelque toda la amargura de su experiencia en África. El escenario de sus sueños infantiles le produce una honda decepción. Por un lado, Conrad describe con dureza a los nativos africanos, sus costumbres y sus formas de conducirse. Ello le ha valido la fama de escritor racista, en mi opinión no demasiado justificada. Si bien refleja cierta actitud de superioridad, propia de los europeos de su época, su descripción del mundo africano es más producto de la incomprensión y la perplejidad que de un verdadero racismo. Para Conrad, los africanos son casi como alienígenas y no se molesta en disimularlo. No les ataca directamente, sino que –como todo en la novela- se limita a comunicar sus estados de ánimo con respecto a ellos: no les entiende, no sabe interpretarles, y siente una mezcla de conmiseración, rechazo y miedo. No es muy hábil confundir todo ello con racismo, especialmente teniendo en cuenta que su descripción de los europeos en África no es mucho más edificante.

“El corazón de las tinieblas” no es una novela beligerantemente anticolonialista, pero sí abiertamente anticolonialista. Dicho así parece una contradicción, pero no lo es: Conrad no redacta un libelo contra el colonialismo y de hecho apenas describe superficialmente unas pocas escenas de la sangrienta ocupación belga del Congo. Su primera meta, como novelista, no es denunciar el colonialismo. Sin embargo, cada vez que se refiere al mismo lo hace con mal disimulada animadversión. En la novela no hay un ápice de sentido del humor, pero sí un amargo sarcasmo y una continua ironía al hablar del papel “civilizador” de los europeos en África. El tono irónico no es muy evidente al principio de la historia, pero la suma de continuos comentarios de dudosa interpretación nos descubre finalmente la repulsión de Conrad hacia la explotación colonial. Casi cada personaje europeo que aparece es contemplado con una sutil lente acusatoria y teñido con el barniz de la culpa. Del mismo modo que Conrad se expresa con inclemente crudeza sobre los negros, habla con ácido desprecio de los blancos.

El único personaje con un trato diferencial es el coronel Kurtz, de quien se habla durante toda la novela en tono admirativo, incluso pese al descubrimiento final de que probablemente nos hallamos ante un criminal cuyos métodos desaprueban hasta sus colegas de explotación. No se nos dice abiertamente, pero Kurtz es con toda seguridad el individuo más sangriento de “El corazón de las tinieblas” y, pese a ello, Marlow no deja de elogiarle. Probablemente esa admiración es producto de los últimos momentos de Kurtz, quien es capaz de juzgar su propia condición con justicia y dureza. Las últimas palabras de Kurtz (“El horror, el horror”) ahora famosas gracias al cine y que son frecuentemente usadas en contexto erróneo, constituyen el último juicio de Kurtz hacia sí mismo –y no una declaración descriptiva del entorno como se le suele atribuir-. La sinceridad con la que el coronel resume su propia vida con esa expresión es el motivo por el que Marlow le indulta de entre una casi universal condena a todo bicho viviente de la historia. “El horror, el horror” es el testamento último de Kurtz: es la prueba de que pese a todo un hombre tiene la capacidad de evaluarse sin autocomplacencia, y esa sincera clarividencia es el valor máximo que Conrad parece querer transmitir. Como moraleja resulta más bien chocante, teniendo en cuenta que personajes menos dañinos que Kurtz son descritos de manera más despiadada. El juicio final al que el coronel se somete a sí mismo parece situarle –a ojos de Conrad- por encima de una humanidad mediocre, no tan culpable de crímenes como el coronel, pero que está carente de su lucidez y es espiritualmente menos compleja. Es una moraleja discutible: tanto, que el propio Conrad parece dinamitarla en el epílogo final –el encuentro entre Marlow y la novia del difunto Kurtz- cuyo contenido obviamente no desvelaré para quien no haya leído el libro, pero que constituye un giro repentino, -sorprendentemente revelador en el enfoque moral de toda la novela.

Algo que llama la atención es la indefinición del personaje central, el coronel Kurtz. Se le describe muy brevemente: mide más de dos metros, tiene la cabeza completamente calva, la voz profunda y una enorme capacidad oratoria que le convierte en un líder nato. Todo cuanto sabemos de él es eso. Se nos habla de sus convincentes diatribas, pero la novela sólo refleja unas pocas frases pronunciadas directamente por el personaje, frases que para colmo suelen resultar ambiguas y de difícil interpretación. Resulta chocante que un personaje a quien se da tanta importancia en la novela sea mantenido casi en secreto por el autor. Se me ocurren dos explicaciones: una, la pobreza dsescriptiva (en cantidad, ojo, ¡no en calidad!... Es admirable la extraordinaria viveza con que retrata momentos intensos como cuando su barco es acribillado a flechazos o como cuando contempla la muerte de algún hombre, y cómo hace partícipe al lector de su perplejidad). Otra, que al tratarse de un personaje que Conrad conoció realmente pero con brevedad, llega a nosotros tal y como llegó a Conrad: a retazos, en estado terminal, como visto a través de una lente irregular. Quizá Conrad es tan sincero que quiere hacernos llegar al mismo Kurtz que (con otro nombre) conoció él, y no añade nada a la fugaz pero intensa experiencia de encontrarse con un individuo semejante.

También es inevitable hablar de “Apocalypse Now”, la poderosa adaptación al cine de esta novela. Como tal adaptación, sigue el argumento de forma más bien superficial, porque hay varias diferencias notables: una, que en la película el protagonista tiene la misión de matar a Kurtz, mientras que en la novela el protagonista se encuentra a un Kurtz moribundo y lo que trata es de salvarle. No es que esta diferencia suponga una ruptura significativa, pero sí diluye en parte el impacto que Kurtz tiene en dicho protagonista. Otra diferencia importante es situar la acción del film en la guerra y no en una ocupación con fines de explotación comercial: con ello se acentúa el mensaje humanista sobre la extraña metáfora inmoral en torno a la que gira la novela. De hecho, en “Apocalypse Now” hay víctimas e inocentes, perspectiva bajo la que no se presenta a ningún personaje en el libro. Pero esas diferencias no niegan un hecho fundamental: “Apocalypse Now” no es sólo una gran película, sino también una gran adaptación: cambia parte de la historia y su moraleja, pero captura a la perfección el aire de irrealidad y pesadilla que tiñe constantemente el texto de Joseph Conrad. En la película -como en la novela- el protagonista se encuentra perdido en un mundo alienante y aterrador, carente para él de sentido, y encuentra cierto alivio existencial al conocer a Kurtz, precisamente el personaje más inhumano de la historia.

Quizá la ruptura fundamental de “Apocalypse Now” con la novela (cinematográficamente necesaria, lo admito, aunque esta vez sí desvirtúa el mensaje original) es eliminar el epílogo final, esto es: el encuentro entre el protagonista y la novia de Kurtz, que en el texto parece destinado a demoler la moraleja sobre la que se ha estado insistiendo todo el tiempo para sustituirla por otra más modesta y poderosa, producto de un pequeño –en esfuerzo- pero inmenso –en significado- gesto de Marlow hacia la amante de Kurtz. Ese momento final, en el que “El corazón de las tinieblas” se contradice a sí misma, no existe en “Apocalypse Now”. La eliminación de ese epílogo es la responsable de que la gente equivoque universalmente el significado de las palabras “el horror, el horror” que pronuncia Marlon Brando.

Dicho esto, lo vuelvo a repetir: con todas las libertades que se toma, “Apocalypse Now” es una digna heredera de la novela: la filosofía moral es otra, pero la filosofía emocional y estética es la misma. Una vez leído el libro, he de decir con admiración lo difícil que resultaba capturar parte de la atmósfera anómala transmitida por Conrad: el trabajo de Coppola me parece aún más inmenso, como las sencillamente inconmensurables actuaciones de Martin Sheen y Marlon Brando.

Finalmente y volviendo a la novela: en cuanto al significado de “El corazón de las tinieblas”, la metáfora principal parece tener varios significados. Por un lado, se refiere al corazón de África, escenario de las decepciones de Conrad y de su encuentro cercano con las miserias humanas. Por otro, es un viaje al interior de Kurtz, tan podrido como enriquecedor. Y por otro, se refiere también a Europa: Conrad estuvo a punto de añadir la expresión refiriéndose a Inglaterra pero parece que se arrepintió en el último momento y la alusión a la podredumbre europea quedó en el manuscrito pero no en la edición final. En definitiva, las “tinieblas” son la materia de la que Conrad considera están hechos los humanos: algo oscuro, impenetrable y extraño, tendente a dejarse corroer a la primera oportunidad de obtener una ganancia fácil. Podría decirse, a groso modo, que el coronel Kurtz es el Fausto de la novela, un ángel caído que en última instancia representa un pecado original presente en todos nosotros. “El corazón de las tinieblas” es un testamento existencial pesimista y lúcido, que apela por los pequeños gestos de generosidad frente a la grandilocuencia moral que ella misma defiende (aquí bajo el tag “spoiler” hablo del final):

Spoiler: mostrar
Al final de la novela, Marlow vuelve a Inglaterra y se encuentra con la novia de Kurtz, quien tiene una idea idealizada de su difunto amante y que espera ansiosa conocer sus últimas palabras. Marlow, obsesionado por la idea de la verdad y con el testamento moral que supone que Kurtz haya sido capaz de condenarse moralmente a sí mismo antes de morir, está a punto de decir que el coronel se despidió de la Tierra resumiendo su existencia como ”el horror, el horror”, gesto grandilocuente que Marlow considera admirable. Sin embargo, en el último momento, se apiada de la pobre mujer y le miente, diciéndole que Kurtz tuvo sus últimas palabras para ella, ante lo que la mujer se derrumba de emoción y exclama: “¡lo sabía!” . En ese preciso instante Marlow se da cuenta que un pequeño segundo de empatía ha podido más que todas sus altas reflexiones filosóficas, y de que un pequeño gesto que hace el bien es más poderoso que una gran idea cuya benefactura final es, por lo menos, dudosa.

Este final piadoso resulta muy sorprendente, porque, si eliminamos ese breve epílogo, toda la novela se dedica a insistir obsesivamente en las ideas de Conrad acerca de la verdad clarividente como del máximo don espiritual al que puede aspirar un hombre. Durante páginas y páginas se esfuerza en convencernos de cuán elevada es la naturaleza de Kurtz, quien trasciende sus propias miserias para contemplarlas con insólita lucidez. Y, en un breve episodio final, Marlow reconoce que su propia verdad, cotidiana y modesta, es menos llamativa pero más poderosa que la verdad con mayúsculas de Kurtz.


Un libro muy, muy recomendable, especialmente para quien sea fan de la película (porque ayuda a comprenderla mejor) y para quien busque un tipo de literatura oscura y desencantada muy alejada del efectismo destroyer y los aires de enfant terrible de escritores beatnick y postmodernos. Literatura de la de antes, sin voluntad de epatar o escandalizar, parca, contenida, y muy, muy profunda.

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”El hombre había rodado sobre su espalda y me miraba fijamente; apretaba el palo con las dos manos. Era el mango de una lanza que, arrojada o empujada a través de la abertura, le había alcanzado en un costado, justo debajo de las costillas; la hoja se había hundido completamente, después de causar una terrible hendidura; mis zapatos estaban empapados; había un manso charco de sangre, de un rojo oscuro brillante debajo del timón. Sus ojos tenían un resplandor extraño. (…) Me miró angustiosamente, asiendo la lanza como algo precioso, con aire de temer que yo intentara arrebatársela. Tuve que hacer un esfuerzo para apartar mis ojos de su mirada y atender al timón. (…) Los dos hombres blancos estábamos de pie sobre él, y su mirada nos envolvió, brillante e inquisitiva. Os aseguro que parecía como si fuera a hacernos en cualquier momento una pregunta en un lenguaje inteligible, pero murió sin emitir el menor sonido, sin mover un solo miembro, sin encoger un músculo. Sólo en el último momento, como en respuesta a alguna señal que no podíamos ver, a algún susurro que no lográbamos oír, frunció pesadamente el entrecejo, y ese entrecejo dio a su negra máscara mortuoria una expresión inconcebiblemente sombría, meditabunda y amenazadora. El brillo de su mirada inquisitiva se desvaneció deprisa en una vacía vidriosidad.”

Joseph Conrad
Imagen

”No había visto yo nunca nada parecido al cambio que sobrevino en sus facciones, y espero no volverlo a ver. Oh, no me conmovió. Me fascinó. Fue como si se hubiera desgarrado un velo. En aquella cara de marfil vi la expresión del orgullo sombío, del poder despiadado, del terror pavoroso; de una desesperación intensa y angustiada. ¿Estaba acaso viviendo su vida en cada detalle de deseo, tentación y renuncia durante aquel momento supremo de tota conocimiento? Gritó en susurros a alguna imagen, a alguna visión; gritó dos veces, un grito no más fuerte que una exhalación: ‘¡El horror! ¡El horror!’”
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Mclaud
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Mclaud »

No sé por qué he tardado tantos años en leer este libro o por extensión algo de Conrad (¡mea culpa!), porque la verdad es que he descubierto a un autor cuya narrativa se ajusta como un guante a mis gustos, y me doy cuenta de cuán incomprensible ha resultado mi adánica negligencia

Que mas has leido de Conrad?.
tonetti escribió:¿Estás intentando razonar con Maclukis? (...) BAstante dacuerdo con macklukis (...) Muy de acuerdo con lo que dice maclakis

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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Doctor Beaker »

Mclaud escribió:
No sé por qué he tardado tantos años en leer este libro o por extensión algo de Conrad (¡mea culpa!), porque la verdad es que he descubierto a un autor cuya narrativa se ajusta como un guante a mis gustos, y me doy cuenta de cuán incomprensible ha resultado mi adánica negligencia

Que mas has leido de Conrad?.

Mea culpa, seguramente... (lerdo)

Hola Macló!!!
“Un libro permanece, está en su anaquel para que lo confrontemos y ratifiquemos o denunciemos sus afirmaciones. El diario pasa. Tienen una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el testimonio desparece”
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Nicotin »

Mclaud escribió:
No sé por qué he tardado tantos años en leer este libro o por extensión algo de Conrad (¡mea culpa!), porque la verdad es que he descubierto a un autor cuya narrativa se ajusta como un guante a mis gustos, y me doy cuenta de cuán incomprensible ha resultado mi adánica negligencia

Que mas has leido de Conrad?.


No, eso ha sido lo primero, aunque no va a ser lo último.
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Perro De Lobo »

Yo de Conrad me leí hace tiempo El agente Secreto y se me hizo bastante cuesta arriba, aunque es de esos libros que, a mí por lo menos, me dejan con un poso que invita a la relectura. No llegué a disfrutarlo como habría disfrutado con otro tipo literatura más accesible. El corazón de las tinieblas es de esos libros que tengo eternamente en la recámara, a ver si algún día lo soluciono porque lo has vendido muy bien, cabronaco.

En la recámara también estaba Dostoievski, y ya me he quitado la espinita con El jugador. Novela con tintes autobiográficos que retrata las salas de juego de centroeuropa a principios del siglo pasado, y todos los personajes (aristócratas, burgueses, trepas,...) que revolotean en torno a ellas. De las lecturas que más he disfrutado este año, tras la segunda parte del Quijote, que no la había catado hasta este verano. No en vano, el ruso se consideraba en cierta forma heredero de Cervantes. Pues eso, muy recomendable.

Y ahora estoy con El lobo estepario, que está escrita de una forma tan alucinante que parece que el Hesse te esté hablando directamente al puto cerebro. No sé como explicarlo, no es leer una sucesión de frases, procesarlas y entenderlas. Es como captar ideas, una detrás de otra, sin reparar en el lenguaje que sirve de medio. Con el ojete apretado me tiene.
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Nicotin
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Re: [Dragó Powa] El último libro que te has leído.

Mensaje por Nicotin »

Al menos en "El corazón de las tinieblas" el tipo es muy, muy profundo. No exactamente barroco ni rebuscado, simple y llanamente profundo. Quizá lo más duro de su estilo es que, como lector, te obliga a pensar mucho y a hacer un gran esfuerzo de interpretación, porque no es muy amigo de los mensajes obvios. Es algo inusual en un novelista, porque tampoco hace de su texto un tratado filosófico: es narrativa. Pero en vez de hechos lo que narra son impresiones. Todo muy complejo: es un libro breve, pero te deja la sensación de haber leído páginas y páginas de conceptos y reflexiones, y si vuelves a echar un vistazo breve al azar en alguna página, ¡te cuesta encontrar todo eso! Extraño.

En cuanto a Dostoyevsky, el consejo que te doy es el único posible: léete todo cuanto puedas y cuanto antes. Pero, sobre todo, léete "Crimen y castigo". Mucha gente lo considera la cúspide de la novela y la verdad es que no me extraña.

Y prácticamente todos los novelistas importantes de esa época se consideraban herederos de Cervantes: es como tocar la guitarra eléctrica y considerarse heredero de Hendrix de un modo u otro... inevitable.
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