Doña Alejandrina

[Alvarito]

Doña Alejandrina, una señora sevillana que estaba ingresada conmigo, se despertaba siempre temprano, le cerraban las cortinas para ponerle la cuña y después le traían el desayuno a la cama. Luego, si se lo permitían sus fuerzas, se levantaba y se acercaba al lavabo para asearse ella sola.

A tientas, llegaba al espejo que estaba en una esquina de la blanca, blanca habitación y, empapando su antigüedad de nácar en agua, se peinaba el pelo de las sienes hacia afuera y hacia atrás, con volumen, el flequillo para atrás, aún más volumen; la frente, surcada por las emociones y por todos los quebraderos de su larga vida, despejada, sincera.

Con el pelo amarillo pálido –natural era blanco, blanquísimo, pero nunca aceptó que había envejecido tanto que ya no tenía ni salud ni color en el pelo– adherido a la coronilla como la almohada se lo había dejado, se enmarcaba, tomándose una buena media hora, toda su carita de pasa con la aureola de la vejez en majestad, que ella misma cuidaba como podía: los pelos que se veía al espejo se los colocaba en haces rigurosamente ordenados, los que no, se quedaban como estaban.

–Señora, ¡que la coronilla también es suya!

Doña Alejandrina se reía con sus dientes de perla de mentira, y se pasaba el peine por la coronilla. Luego se volvía a acostar y toda la obra se le chafaba.

Al día siguiente lo mismo.

En la mesita de noche guardaba su oro, su bolso con sus toallitas húmedas, su barra de carmín, su peine, su colonia, y su monedero y cartera con las fotos de la familia que todos los días puntualmente la acompañaba desde la hora del desayuno hasta la de la cena.

De comida pescado, lo mismo que ayer, lo mismo que antes de ayer. Nos lo comíamos a gusto, pero era ya el quinto día que teníamos que tragar espinas.

Al día siguiente, la enfermera que nos traía el almuerzo nos contó que el cocinero se había reído mucho cuando había leído, escrito con carmín en la bandeja de doña Alejandrina:

–Miau miau miau miau miau miau MIAU MIAU miau MIAU miau miaU...

[Cíclope Bizco]

¡Merodeador!, no pierdo ripio de tener al sensiblero ectoplasmático de Alvarito —edito: poseso— para curiosear cierta cuestión: ¿en tu recién tieso, snob, nada hablador y blanco minimal Club de la Bóveda Celeste te manducas buenos berberechos o son todos de Escurís?

[Dolordebarriga]

Nunca creí que llegaría este momento:

Me ha gustado, y mucho, un texto tuyo.

Yo como Ciplope, también creo que te ha poseido nuestro Mero, porque no te creía capaz de escribir claro y bien.


Se que mi opinión no te sirve de nada, pero felicidades por el texto.


Tú, ahora si que es el fin del mundo;

Dolordebarriga

[The last samurai]

Ahora lo estoy cogiendo.

[Alvarito]

Os voy a confensar algo:

he hecho trampas. No porque lo de arriba no lo haya escrito yo, que sí, sino porque no me lo he inventado. Es, como dirían por ahí, un "retazo de realidad" (con matices) escapado. No tengo adquirida la costumbre de contar por escrito lo que veo, sino que suelo (o solía) inventarme cosas descabelladas y delirantes por puro entretenimiento. Tal como están las cosas, rara vez me salen personajes de verdad de la cabeza.

Nunca creí que llegaría este momento:

Me ha gustado, y mucho, un texto tuyo.

Yo como Ciplope, también creo que te ha poseido nuestro Mero, porque no te creía capaz de escribir claro y bien.


Se que mi opinión no te sirve de nada, pero felicidades por el texto.


Tú, ahora si que es el fin del mundo;

Dolordebarriga

Al pan, pan y al vino, vino.

Ya pasó, Dolores, y lo mismo que tú, por lo que parece, puedes evaluar un texto al margen de lo mal que te caiga el que lo firma (te juro que como forero me sigues pareciendo un gilipollas impresentable y bastante repelente, pero es eso: como forero. Como autor te alabo bastantes de los textos que he leído) yo encuentro que tu opinión literaria debe ser bastante válida, porque joder, con frecuencia escribes de puta madre y además tienes hábito.

Para que veas que no me invento mi propia opinión sobre la marcha:

Eso es absolutamente falso, Dolordebarriga. Si me importara un ápice la consideración (moral) que de mí puedas tener, me lastimaría que te hayas atrevido a decir eso que dices. Por suerte, todos sabemos que aquí estamos casi siempre para pincharnos, y que en realidad ni nos conocemos ni nos queremos conocer. A veces casi me da pena.

Entonces, que me digas una o mil veces que:

es una persona adulta y plenamente segura de si misma que no necesita venir a reafirmarse o a que lo reafirmen aquí a diferencia de Alvaritos y demás morralla

Me la sopla (aunque entre al trapo por costumbre).

Pero que me digas que escribo mal, escuece. Un poquito si lo dices de gratis, y un poquito más si lo argumentas.

Teniendo en cuenta la horrible opinión que de mí tenías como autor, me alegra sorprenderte, y me parece que que lo manifiestes si así lo crees, por un texto nuevo -el mío-, a pocas horas de haberme puesto de vuelta y media por escribir mal (tengo entendido que por farragoso, confuso y pretencioso), te hace más respetable.

Venga, y de ahora en adelante prometo contar con más frecuencia lo que me vea alrededor, y más y mejor si son chuminaditas sensibleras.