Cuando era más jovencita, osea hará unos pocos meses, se me encendió una tarde la bombilla y pensé en telefonear al (976) 66 66 66.
Primero me dije a mi misma que era una tontería grandísima, pero mi pasión y facilidad hacia las pijadas, además de mi curiosidad gatuna, me vencieron.
Mientras marcaba me imaginé que me atendería alguna ama de casa, o quizá algún empleado de oficina, no sé, a alguien debía pertenecer ese número. O a lo mejor tendría línea directa con Satanás, allá en los fuegos del Averno, y me hablaría con sus gruñidos ininteligibles y cavernosos. ¡Qué morbo!
También me metí algo de miedo en el cuerpo fantaseando que, al establecer conexión, alguien contestaría con mi propia voz. Osea, que yo misma tomaría la llamada, o quizá un espectro de mi, osea una yo pero como vacía y autómata. Como cuando te miras al espejo sin ganas. ¡Qué cosas de pensar!
Sonó y no contestó nadie.
Esa misma noche, ya en la cama, me sentí tentada de nuevo. Era tarde, había estado estudiando y escuchando la radio (sí, se puede, aunque todavía no he convencido de ello a mi madre) pero no podía dormir.
Cogí el teléfono móvil, me hundí en la almohada y marqué.
Cuando dió el primer tono sentí que toda la sangre se me subía a la cara, y mientras aguantaba la respiración dejé la yema del dedo pulgar sobre el botoncito rojo, alerta. Por la hora que era seguro que iba a fastidiar a alguien.
Sonó, sonó, sonó... hasta que perdí línea.
Estuve varios días dándole vueltas. Realmente estaba muy intrigada. Ese número fijo existía, y más allá del cable debía haber un teléfono haciendo ring ring en algún lugar. O quizá no había nada, una casa vacía, abandonada, de la cual olvidaron dar de baja la línea. Qué raro.
Llamé en varias ocasiones más. En diferentes horarios y días de la semana. Nada. Hasta que me aburrí.
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Hará un par de años me vino el número a la mente, así de golpe. "Hay que llamar de nuevo", me dije.
Le conté la tontería a mi pareja y, como compartimos el refinado gusto por las cosas estúpidas, muy animado agarró el inalámbrico de casa y marcó.
Sonó, sonó, y descolgaron por fin!!! Pero no contestó ninguna voz. No se oía absolutamente nada. "¿Hola? ¿Hola?" Nadie respondía, pero sin embargo la llamada había sido aceptada.
Colgamos entre confusos y decepcionados.
Y nada más colgar... ¡Sobresalto!, nuestro teléfono suena. ring ring. Llamada entrante. Nos miramos. "No puede ser". Pongo cara de apuro y le estiro del brazo en ademán de que conteste. La verdad es que me cagué.
_ ¿Síiiii?
Nada o nadie al otro lado. Ni respiraciones, nada. Yo creo que el silencio llegaba a pitar.
Colgamos deprisa.
Después del susto nos quedamos un poco intrigados. Llegué a pensar que a lo mejor algún chistoso había solicitado ese número de teléfono sólo para fastidiar. Aunque me pregunto cuánta gente se dedicará a llamar a un 666. Más allá de una adolescente punki no creo que muchos.
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La cuestión es que he vuelto a acordarme hoy. Y no quiero llamar porque me da palo. Va, me da yuyu xD
Así que he pensado en haceros partícipes de mis pajas mentales, por si alguien tiene huevos de llamar y luego nos cuenta que ha pasado.
¡Es un reto!
