Relatos de SordoSinOrejasDrMoriarty y algún poema

[Merodeador]

Se continúa con las recopilaciones de los relatos, cuentos y poemas de nuestros compañeros que se molestaron en dejar en su día sus letras en este nuestro foro.
No dejar de hacer llegar vuestros deseos de las personas que tienen que formar dichas recopilaciones.
SordoSinOrejasDrMoriarty, te toco, perdón, te tocó.





Con Dios.

[Merodeador]

-Miraba...-


...al cielo, buscando el avión, como un niño perdido.
Aquel avión.
Se había ido. Se marchaba, sin remedio. Volvería, eso estaba claro, pero sin fecha por determinar. O determinada. Sabe de sobra cuando vuelve.
Pero aun así no está ahora, que es cuando le quiere. Y cada una de las veces que le ansiaría a lo largo de la espera, no estaría allí. En el ahora en el que le iba a necesitar. Piensa en cada uno de los momentos en los que su presencia ha sido rutina, en los que apenas se fijaba donde estaba, en los días en los que la ausencia no dolía como ahora.
Ahora. Él se ha ido. Y descubres lo que significa la palabra "falta", "hueco" o "pérdida".
Y la palabra "perdida".

[Merodeador]

-Hoy, al volver...-



...del trabajo, era tarde.
Cosa de las cuatro.
Normal, para ser mi trabajo.
Llegaba con hambre. Con mucha hambre.
Había sopa de fideos.
He empezado con calma. Con demasiada calma, incluso, para el hambre que tenía.
Y algo se rompió.
Sorbiendo y sorbido. Derramando dentro de mi boca con el plato, olvidando la cuchara.
Filete de segundo.
¿Mi parte animal? Mejor sería decir "Mi todo animal".
Colmillo, desgarro, tragar. Colmillo, desgarro, tragar.
¿Servilleta? Rota y hecha harapos, como el resto de la ropa.
Desnudo, me alzo en mitad del comedor.
Huelo.
Olfateo.
Olisqueo.
Presa.
Celo.
Ardor.
Pasión.
Sexo.
Sexo.
Sexo.
Seeeexoooo.
Paz. Suave. Calor. Tierno. Envolvente. Dulce. Sueño...
¿Fin?



...al trabajo, era pronto.
Las siete menos ocho minutos, exactamente.
Como siempre.
No entiendo porqué entro ocho minutos más pronto que todos, nadie se da cuenta, nadie lo valora, nadie ve más interés o pasión en mi trabajo.
Hay diez mil papeles por arreglar encima de la mesa, me agobio y ni siquiera he empezado.
Y algo se rompió.
Alzo mi vista.
Buscando un blanco.
Y Ruiz, de contabilidad, cae bajo el lanzamiento de mi calculadora.
Morales, la pavisosa de recepción, al mirarme extrañada, se ha visto con el teclado entre las cejas. Ahora que había aprendido mecanografía.
Minguez, nuestro jefe directo, se ha llevado lo más divertido, el monitor. Pensaba que pesaba más.
Las siete y ocho.
Ya era hora de que llegaran todos, joder.






...a la cama, estaba muy cansado.
Tanto, que creo que no he tardado ni dos minutos en quedarme dormido.
Y a soñar.
Precisamente, mi sueño favorito.
Ese en el que vuelo, desnudo, sin sentir frío o calor, tan sólo el inmenso goce de volar.
Me divierte enormemente, disfruto de los picados, de los planeos, de mis ascensos abruptos y mis piruetas en ascenso.
Y algo se rompió.
Como el papel que se rasga, el cielo se abrió, dejando paso al negro, al verdadero color que no existe, a la ausencia de luz, al frío, a mi interior.
A la muerte, a mi propia muerte.
Y no se detiene ahí.
Porque para vivir, mato.
Para no morir, no dejo existir.
Y me alzo de la carne, con mi mano hecha garfio, mi boca fauces y mis ojos punto de mira.
Mientras, tú lees esto.
Piensas en lo irreal que suena.
No te gires.
Aun.

[Merodeador]

Pablo encendió...



...el teléfono móvil y, casi al instante, como si estuviera esperándolo con ansia, salto el sonido de mensaje. Eran veintiséis palabras, con un algo entre preocupación, interés y añoranza.
Y sonrió, como hacía tiempo que no lo hacía.
Quizá fue ese detalle, o el registrarse y encontrar lo que no esperaba, o ver que la muerte es casi como el silencio o el volver a sonreír de nuevo.
Y descubrir que el teclado se volvía a unir a sus manos y a su cerebro y a formar su segunda voz.
Y pensar en la pantalla.
Y volver.
¿Y quedarse?

[Merodeador]

Sonríe...



...y lee.
Y luego llora.
Y ríe.
Y sueña.
Mientras, su pupila recoge símbolos, les hace recorrer en un instante el nervio óptico y llegan al cerebro.
Sigue leyendo.
“Cortó...”
Negro.
De repente, sin transición, en un instante, negro.
Vacío, mate, sin brillo, no como cuando cierras los ojos, porque sabes que volverá la luz a ellos, sino distinto, como si fuera... sí, eterno.
Y el miedo, y el terror, y la angustia, y el dolor, el dolor casi físico de no ver.
Con las manos apretando los párpados, buscando el sentido que no aparece.
Y pensando, al principio en cascada, luego en arroyo.
Con el pánico asfixiando sus ideas, aplastando cualquier pensamiento.
“No veo, no veo, no veo, no veo, no veo...”
Y, al fondo, sin que él no se dé cuenta, aparece una luz. O una idea.
Minúscula, irreal, ilógica.
Y crece.
Sigue leyendo, cree distinguir.
Y sigue leyendo.
“...y volvió a conectar. El hombre funcionó correctamente.”
Cerró el libro.
Corrió.

[Merodeador]

-Mi cabeza...-




...hace rato que perdió el posesivo.
Y ahora soy un cuerpo físico, con una mente que juega a pensar, con acciones inconexas que no bastan para darme la apariencia de un cuerpo coherente.
Mientras encontraba solución a miles de enigmas filosóficos, mi codo decidió alcanzar mi boca a la par que esta intentaba chupar mi espalda.
Quizá tiene que ver con el golpe que se dio mi cabeza al intentar ser chutada por mi pié.
Es gracioso como me miran.
Es una mezcla de sensaciones expresadas, con una parte de sorpresa, otra de vergüenza ajena, dos de extrañeza y una de asco.
Es casi como un cóctel. Tres partes de martini, dos de vodka, limón a placer.
Exquisito.
Lo del asco debe ser por la huida de cualquier síntoma de control sobre mis esfínteres.
Y eso que empezó por lo menos visible, la eyaculación.
¿Como habrá sido, si ni siquiera estaba excitado?
Por si no lo he dicho sigo corriendo detrás de mí mismo.
En el suelo, girando como rueda sin freno. Me duele un poco, porque quema mi brazo derecho.
Lloro.
Al revés de lo que siento.
Pienso en esa vez que, de pequeño, conseguí volar.
Ese segundo, en el que mi cuerpo había alcanzado el borde de la ventana y al ver el sol, salté detrás.
No sé quién me cogió.
Pero volé.
No caía.
Y no me han dejado repetirlo nunca más.
Aunque ahora estoy en el mismo lugar, alcanzando el sol.
Sé que estoy cerca porque quema, hace calor.
Y ruedo.
Y giro.
Y tengo calor.
Soy el sol.
Soy calor.
Me quemo.
Ardo.
Sudo.
Me apaga mi sudor.
Vuelvo a prender.
Y mientras el humo me asfixia, descubro como convertir el carbón en oro.
Que fácil es.

[Merodeador]

LUGARES




Lugar uno.

Uno de mis lugares no tiene nombre.
Tiene miles de nombres.
Está en cada ciudad.
Es cada calle. Cada trozo que recorro de acera o asfalto.
Pero tiene una condición.
Soledad.
Y eso sólo existe en ciertas horas.
En ciertos lugares.
En esa incertidumbre horaria, donde las cuatro, las cinco o las seis de la madrugada no se acaban de definir sobre el reloj.
Donde apenas hay movimiento, si acaso, el de las luces de los semáforos parpadeando y diciéndote lo que debes hacer. O lo que deberías hacer.
Mientras tu cara corta el viento frío o la brisa cálida o la calmada quietud del aire.
Noche.
Cualquier calle tranquila.
Cualquier ciudad.
Mi lugar.






Lugar dos.

Tú has estado allí muchas veces, pero nunca lo ves.
Por eso es mío. Y, aunque parezca raro, es exclusivo.
Capaz de horas de placer, de dolor, de llanto, de risas.
Con miles de posibilidades.
Y sólo, exclusiva y únicamente mío.

Pero hoy pienso que no es justo que sólo sea mío.
Así que os dejaré verlo, pero no os diré como llegar, tan sólo como encontrarlo:
Aquí.
O allí.
O más allá.
O donde sea que estés ahora.
Existe. Sé.
Y crea tu "lugar".

[Merodeador]

-No le ves.-



No le ves.
Y está frente a ti.
Te salta a los ojos su imagen, como espejo con muelles.
Demente, loco, ido.
Palabras parejas para tu par.
Empiezas a sospechar que es un sueño, que no es real.
Y recuerdas la definición de pesadilla.

Le ves.
Y está frente a ti.
Es tu símil, tu fotocopia de baja calidad, tu borrador.
Llevas buscándole años, quizá días.
Sabes que nació junto a ti o quizá a decenas de milímetros. Pero eso no importa.
Ahí está.
Tu sueño.

Correr.
Es en lo único que piensas.
Adelantar al aire y dejar atrás la fuerza de rozamiento dichosa.
Con la vista fija en un único punto.
Con el punto acercándose.
Con el punto recordándote lo que hacer.
Perseguir tu sueño.

Escapar.
Dicen que el que huye, vive para pelear mañana.
Pero tú no lucharás, volverás a driblarle.
Como si no existiera.
¿Realmente existe?
Párate.
Lo sabrás.

Dos.
Dos.
...más uno.
Uno...
Y tú pensando que...
...tan sólo eras uno.
...en el espejo.
Sin querer mirarte...
Creyendo que...
...estabas ya bien de "aquello".
...volvería a pasar.
Que nunca más...
Pero parece ser...
...que nunca te recuperaras.

[Merodeador]

-Empuña el...-



...cuchillo con rutina en su gesto. Y empieza a arrancar la piel. Lenta, metodica y suavemente. Lo hace como si lo hiciera cada día, impulsado por un instinto salvaje, similar al hambre.
Después, rompe las cascaras.
¡Cariño, ya están los huevos con patatas para cenar!

[Merodeador]

- Pasa las hojas ... –




...del periodico frenéticamente.
"Estaré, no estaré, estaré, no estaré...".
A veces no lo hace así. Lo hace con resignada calma. Pero son las menos veces.
Desea verse reflejado en el papel impreso, como liberación, pero, por otro lado, se atemoriza ante la sola idea. Y no es de extrañar. Porque ahí está muy clarito:
"Carlos Dominguez Mejía, falleció en Madrid el...."