Yo soy III
Publicado: 30 Ago 2013 04:29
Yo soy Langosto.
Hasta hace poco campaba a mis anchas en el verde prado donde me crié. Cuando me arrancaron de los brazos de mi madre lloré mucho, siendo crío. Pasé largas noches añorándola, pero eso da igual ahora, ya soy un hombre hecho y derecho, eso dicen.
Mañana me van a transportar. Mañana me van a llevar de viaje a Tordesillas, Valladolid.
Me meterán en un cubículo reducido, en dónde no podré mover mis magníficos músculos, y llegaré trasnochado y entumecido a mi destino, sin comer ni beber. Esa misma mañana me soltarán en un pueblo. Creeré por momentos que soy libre otra vez, pero no habrá pastos verdes, ni pastores ni mansos que me acompañen, estaré sólo. Sólo y desamparado ante un tumulto de gente.
Ya veo sus caras.
Están muy enfadados, no sé si conmigo o con sus tristes vidas, pero están enfadados. Me van a perseguir, pues me increpan.
Corro entre la multitud. Estoy asustado, tengo mucho miedo. Sólo quiero salir de este pueblo, huir de ellos, no me dejan en paz. Muevo mi poderoso cuello para imponerme, les muestro mis cuernos, para ahullentarlos, como hago con el resto de toros en mi prado. Esto, sin embargo, parece divertirles. Me persiguen aún más.
Algunos van a caballo, tienen lanzas enormes. Me atemorizan. Los gritos, las gargantas babeantes, las pisadas de los caballos y sus fuertes respiraciones. Me están agotando.
Cuando creo salir del pueblo, paradójicamente me tienen acorralado, a pesar del ancho campo. Me han lastimado varias veces por el camino con esas lanzas afiladas y estoy sangrando. Son heridas leves, pero me escuecen mucho. Cada vez me siento más débil. No sé si podré salir.
Un niñato a caballo me clava su puta lanza por el costado. Me ha atravesado los pulmones, no puedo respirar. Me ha dolido tanto que he perdido la vista. Cuando me recompongo, y vuelvo a ver, estoy de rodillas y me estoy ahogando con la sangre que sale de mi boca. No sé si el cuchillo sigue en mí, no quiero pensarlo. Entonces siento otra punzada en mi lateral.
Oh Dios mío, sólo oigo sus gritos de energúmenos, todo me da vueltas, no puedo pensar con claridad, duele tanto... ¿Qué les he hecho para que me odien así?
Un calor sofocante me invade el pecho, cada vez que respiro, no lo puedo evitar, sale sangre caliente. Jamás pensé que algo pudiera doler tanto.
Mientras estoy tirado en el suelo, abatido y agónico, masticando la muerte, un tío se me avalanza sobre el cuello y me clava algo en la nuca. Una vez, dos veces, tres. Sólo deseo que acierte y acabe con este sufrimiento eterno.
Mientras se ahoga el griterío, y veo todo negro, sólo me pregunto Por qué.
Yo soy Langosto y el 17 de septiembre me van a asesinar, y no tengo voz.
Hasta hace poco campaba a mis anchas en el verde prado donde me crié. Cuando me arrancaron de los brazos de mi madre lloré mucho, siendo crío. Pasé largas noches añorándola, pero eso da igual ahora, ya soy un hombre hecho y derecho, eso dicen.
Mañana me van a transportar. Mañana me van a llevar de viaje a Tordesillas, Valladolid.
Me meterán en un cubículo reducido, en dónde no podré mover mis magníficos músculos, y llegaré trasnochado y entumecido a mi destino, sin comer ni beber. Esa misma mañana me soltarán en un pueblo. Creeré por momentos que soy libre otra vez, pero no habrá pastos verdes, ni pastores ni mansos que me acompañen, estaré sólo. Sólo y desamparado ante un tumulto de gente.
Ya veo sus caras.
Están muy enfadados, no sé si conmigo o con sus tristes vidas, pero están enfadados. Me van a perseguir, pues me increpan.
Corro entre la multitud. Estoy asustado, tengo mucho miedo. Sólo quiero salir de este pueblo, huir de ellos, no me dejan en paz. Muevo mi poderoso cuello para imponerme, les muestro mis cuernos, para ahullentarlos, como hago con el resto de toros en mi prado. Esto, sin embargo, parece divertirles. Me persiguen aún más.
Algunos van a caballo, tienen lanzas enormes. Me atemorizan. Los gritos, las gargantas babeantes, las pisadas de los caballos y sus fuertes respiraciones. Me están agotando.
Cuando creo salir del pueblo, paradójicamente me tienen acorralado, a pesar del ancho campo. Me han lastimado varias veces por el camino con esas lanzas afiladas y estoy sangrando. Son heridas leves, pero me escuecen mucho. Cada vez me siento más débil. No sé si podré salir.
Un niñato a caballo me clava su puta lanza por el costado. Me ha atravesado los pulmones, no puedo respirar. Me ha dolido tanto que he perdido la vista. Cuando me recompongo, y vuelvo a ver, estoy de rodillas y me estoy ahogando con la sangre que sale de mi boca. No sé si el cuchillo sigue en mí, no quiero pensarlo. Entonces siento otra punzada en mi lateral.
Oh Dios mío, sólo oigo sus gritos de energúmenos, todo me da vueltas, no puedo pensar con claridad, duele tanto... ¿Qué les he hecho para que me odien así?
Un calor sofocante me invade el pecho, cada vez que respiro, no lo puedo evitar, sale sangre caliente. Jamás pensé que algo pudiera doler tanto.
Mientras estoy tirado en el suelo, abatido y agónico, masticando la muerte, un tío se me avalanza sobre el cuello y me clava algo en la nuca. Una vez, dos veces, tres. Sólo deseo que acierte y acabe con este sufrimiento eterno.
Mientras se ahoga el griterío, y veo todo negro, sólo me pregunto Por qué.
Yo soy Langosto y el 17 de septiembre me van a asesinar, y no tengo voz.