Y el dolor

[Dolordebarriga]

Hay un relato tuyo que comienza con uno de los títulos más impregnado de fuerza que he leído nunca “Y el dolor”. Luego, a mi entender, se desdibuja un poco porque lo de robar cincuenta bebes para fabricar atún me parece demasiado absurdo, aunque la imagen final, la pareja que ha perdido a su bebé, acumulando latas de atún, me pareció genial, absolutamente expresiva y me recordó, como no, a uno de los relatos de Chungking Express.

Te hablo de esto porque el otro día ese título “Y el dolor” estuvo reflejándose, como uno de esos carteles luminosos de “Applause” una y otra vez en mi mente durante toda la noche que pase en blanco de jueves a viernes.

Me subieron de quirófano a la habitación sobre las diez de la noche, el brazo derecho escayolado sobre el codo y una vía con suero y un calmante en el izquierdo, con el horrible camisón que te ponen en los públicos enrollado sobre el antebrazo de ese mismo izquierdo y una ligera noción de lo que me estaba pasando flotando en mi mente.

A mí, que no es la primera vez que me llenan una articulación de clavos, el dolor no me iba a pillar desprevenido y además, lejanos ya los días de vino y rosas, sabía que ésta vez no era yo quien tenía la sartén por el mango y podía decidir. Estamos en la Pública, olvídate del dopaje extremo, a ellos, por una extraña razón, les parece bueno que el postoperatorio de un trauma se pase percibiendo todas y cada una de las gamas del dolor por parte del paciente, como en aquella secuencia de “La princesa prometida” y la máquina del dolor.

Mi madre, luego te entraré a hablarte de uno de mis pocos y grandes miedos, ahora que estoy más o menos en confidencia contigo, se ofreció a quedarse a pasar la noche, pero me parecía una putada hacerle pasar a ella por eso, sin, además, poder hacer otra cosa que desesperarse, así que me quedé sólo con el viejito de la cama de al lado que se pasa toda la noche dormido hablando en voz alta y todo el día renegando del mundo, de su familia y del Hospital y su personal.

Sobre las doce se deshicieron los últimos jirones de la anestesia y el DOLOR, metódico, constante, flaqueando apenas cuando me enchufaban por vena un Nolotil, un puto Nolotil de mierda, nada que ver con la añorada morfina de la privada, se fue instalando, irradiando desde el codo por todo mi cuerpo intentando también conquistar mi mente y derrotarme del todo. Y no es por sacar pecho, pero creo tener un buen aguante ante el dolor. Cinco días antes, cuando al caer de espaldas, medio cuerpo sobre el asfalto, medio sobre el bordillo, noté como el codo derecho crujía y se desplazaba de sitio hasta casi agujerear la piel, no pronuncié ni un quejido, así como tampoco lo hice cuando en el HEODRAS, el Hospital de León, me volvieron a colocar el codo en su sitio, advirtiéndome, eso si, que tenía la cabeza del radio, además de los ligamentos, destrozada, y que se tenía que operar en siete días y que, si podía permitírmelo, no lo hiciera allí, porque ellos al no contar ni con clavos ni con prótesis quirúrgicas, optan por extraer la cabeza del radio y dejarte con la articulación jodida de por vida.


Así que, sentado desnudo con las piernas cruzadas sobre los pies de la cama, aguantándome el brazo malo con el brazo bueno cuando comencé a pelear contra el dolor, me vino a la memoria el título de tu relato y me entró la risa suave, suave porque fuerte me haría sacudir el codo, por esa absurdidad tuya de pretender meter a cincuenta bebes como una partida de latas de atún, pensaba, “Que cabrón este Mero, que manera de cargarse un gran título y un posible buen relato, robar cincuenta niños para venderlos como atún en conserva, pero será memo” . Y así, este pensamiento bobo y constante le impidió al dolor instalarse en mis entrañas. Luego, también he de decirlo, llegaron otros, algunos bastante licenciosos, pero el primero fue el tuyo.

Así que, si en el ph canonizan foreros, ya puede el abogado del Diablo irse montando sus argumentos, porque yo, amigo Mero, el que acabo de relatar ahora es, a mi parecer, signo inequívoco que desde donde te encuentras continúas velando por los que continuamos morando en tu casa.

Con Dios, afinador de cisternas.

Dolordebarriga.

PD: La confidencia. Nunca le he tenido miedo a morir, tampoco a estar sólo, pero observando la planta de trauma y la cantidad de viejos que no pueden valerse por si mismos metidos allí, luchando por no perder su última dignidad, pidiéndole a la auxiliar que, por favor, le meta la cuña para cagar, que no le vista con pañales, me entró un miedo grande a verme así, sólo, viejo y dependiendo de extraños.

PD2: Y si, Party, las enfermeras y auxiliares son el corazón de los hospitales.

PD3: Acabo de releer tu relato y tú nunca precisaste que fueran latas de atún.

[Gandalfini]

Qué cabrón.

He de decir que no puedo ser objetivo con este texto pero intentando descontextualizarlo repetiría lo mismo que en la primera línea.

[Chiflágoras]

Dolores, Batman y Robin pueden colgarse del techo, pero tú no debes hacer ese tipo de cosas aunque tengas calzoncillos y pijama con un murciélago bordado. Pero no te preocupes que si el nolotil no funciona los hamigos te hacemos un carricoche de tetacas con Ginger Lynn, Vanessa del Rio y Marilyn Chambers que te quitara todos los dolores.

Un abrazo y recupérate; si el santo se ha emocionado con el relato tanto como creo, será muy pronto.

[Yongasoo]

No esta nada mál, Dolordecodo.

[Party Boy]

Me ha gustado mucho. A ver si luego encuentro el relato original del que hablas.