La vida
Publicado: 02 Nov 2007 10:48
"Las obras no se acaban, se abandonan".
Paul Valéry
EL ASCENSOR
Las prisas son malas consejeras. El día de mi quinto aniversario de bodas, mi marido (ese al que desde hace tres años me refiero como mi ex, junto con algún calificativo) me regaló un encendedor en el que había hecho grabar, en cursiva inglesa, la leyenda "Festina lente". Apresúrate despacio. Es difícil hacerlo cuando se te exige todo y ya, en el trabajo, con los niños, con la familia. La jodida prisa. Puedo culpar al tráfico, al calor, a la incompetencia, a la burocracia. Pero la única responsable es la prisa. Me lleva en volandas por el pasillo hacia el ascensor, como me lleva a los brazos de hombres de quienes, por no recordar, han quedado como marcas irreconocibles en el pomo de la puerta. Intentando saciar mi hambre de afecto, me he tirado de cabeza al fastfood de intrascendentes, superficiales, casados y todos ellos, sin excepción, brillantes luciérnagas de la prisa. Pulso cuatro veces el botón del ascensor, mientras valoro si bajar las cinco plantas a pie causará algún daño colateral. Puede que se me descoloque la falda. ¿Y si me tuerzo un tobillo con estos endiablados tacones?. Vayamos a la seguridad: hoy no me cabe en la agenda siquiera morirme. Ni mañana. Ni la semana que viene. Para sufrir alguna lesión o cerrar definitivamente la AORD, tengo que esperar, al menos, al 2012, salvo que el proyecto de Moreiras siga acumulando retrasos, los suecos decidan no hacerse un attache con su escroto - los suecos...tan limpios, tan pulcros, tan nórdicos, tan comedidos, tan cronometrados, tan cabrones - y terminemos dando el arte final en la primavera del 2018. Y el ascensor que no viene. Pague usted lujo asiático para estar esperando en el descansillo como si esto fuera el Ministerio de Agricultura. Las litografias del descansillo parece que las eligió la madre de Norman Bathes un dia de resaca....Jesús.... A su lado, El Bosco es un tebeo de Mortadelo y Filemón....¿Llamé ayer a Komatsu?...Hum...Supongo que si, si no me ha llamado él pidiendo que me abran, en sesión privé, el infierno adjudicado a los que no presentan los informes a tiempo, llegan dos minutos tarde a una reunión de objetivos o estornudan en su presencia...¿Será Komatsu humano o será simplemente un holograma tridimensional puesto en la tierra por alguna inteligencia superior para acabar con toda forma de vida sobre la faz de la tierra?. Tiene cara de comer mercurio de termómetro...Será por el sushi.... Por fin se abre.
Huele a limpio. Siento al entrar la misma sensación que cuando mi madre abría los cajones de la ropa de cama, con su trufado de jabones de lavanda. Siento en verde la totalidad del cubículo, que se abre, se hace trasparente.
En la esquina está él.
Su olor.
Su mirada.
Su camisa es de un blanco que ya no existe.
El olor. No es su olor. No es un perfume. Es un estado de placidez. Es una noche con azahar. Es el tacto de la arena fría en la mañana, cuando la playa es virgen.
Cierro los ojos.
Respiro.
Más.
Es su planta - me dice, desde la inmensidad del ascensor -...La planta baja.
No - replico, en un susurro, mientras salgo al pasillo- Es la vida... Una vida perra.
Paul Valéry
EL ASCENSOR
Las prisas son malas consejeras. El día de mi quinto aniversario de bodas, mi marido (ese al que desde hace tres años me refiero como mi ex, junto con algún calificativo) me regaló un encendedor en el que había hecho grabar, en cursiva inglesa, la leyenda "Festina lente". Apresúrate despacio. Es difícil hacerlo cuando se te exige todo y ya, en el trabajo, con los niños, con la familia. La jodida prisa. Puedo culpar al tráfico, al calor, a la incompetencia, a la burocracia. Pero la única responsable es la prisa. Me lleva en volandas por el pasillo hacia el ascensor, como me lleva a los brazos de hombres de quienes, por no recordar, han quedado como marcas irreconocibles en el pomo de la puerta. Intentando saciar mi hambre de afecto, me he tirado de cabeza al fastfood de intrascendentes, superficiales, casados y todos ellos, sin excepción, brillantes luciérnagas de la prisa. Pulso cuatro veces el botón del ascensor, mientras valoro si bajar las cinco plantas a pie causará algún daño colateral. Puede que se me descoloque la falda. ¿Y si me tuerzo un tobillo con estos endiablados tacones?. Vayamos a la seguridad: hoy no me cabe en la agenda siquiera morirme. Ni mañana. Ni la semana que viene. Para sufrir alguna lesión o cerrar definitivamente la AORD, tengo que esperar, al menos, al 2012, salvo que el proyecto de Moreiras siga acumulando retrasos, los suecos decidan no hacerse un attache con su escroto - los suecos...tan limpios, tan pulcros, tan nórdicos, tan comedidos, tan cronometrados, tan cabrones - y terminemos dando el arte final en la primavera del 2018. Y el ascensor que no viene. Pague usted lujo asiático para estar esperando en el descansillo como si esto fuera el Ministerio de Agricultura. Las litografias del descansillo parece que las eligió la madre de Norman Bathes un dia de resaca....Jesús.... A su lado, El Bosco es un tebeo de Mortadelo y Filemón....¿Llamé ayer a Komatsu?...Hum...Supongo que si, si no me ha llamado él pidiendo que me abran, en sesión privé, el infierno adjudicado a los que no presentan los informes a tiempo, llegan dos minutos tarde a una reunión de objetivos o estornudan en su presencia...¿Será Komatsu humano o será simplemente un holograma tridimensional puesto en la tierra por alguna inteligencia superior para acabar con toda forma de vida sobre la faz de la tierra?. Tiene cara de comer mercurio de termómetro...Será por el sushi.... Por fin se abre.
Huele a limpio. Siento al entrar la misma sensación que cuando mi madre abría los cajones de la ropa de cama, con su trufado de jabones de lavanda. Siento en verde la totalidad del cubículo, que se abre, se hace trasparente.
En la esquina está él.
Su olor.
Su mirada.
Su camisa es de un blanco que ya no existe.
El olor. No es su olor. No es un perfume. Es un estado de placidez. Es una noche con azahar. Es el tacto de la arena fría en la mañana, cuando la playa es virgen.
Cierro los ojos.
Respiro.
Más.
Es su planta - me dice, desde la inmensidad del ascensor -...La planta baja.
No - replico, en un susurro, mientras salgo al pasillo- Es la vida... Una vida perra.