Noche de lluvia
Publicado: 27 Oct 2007 08:27
Javier Puertas era un empresario, cual era su negocio no viene al caso, solo basta decir que su trabajo lo mantenía fuera del hogar, varias veces al mes, durante varios días seguidos, y que el no podía si no esperar volver al confort y tranquilidad de su casa.
Era una noche tormentosa, de esas de verano en las que parece que el cielo se va a caer, Javier apenas veía la ruta por donde conducía, sus faros solo iluminaban la oscuridad de la noche y la densa cortina de lluvia que caía. La radio le anunciaba que eran las 3:45 de la mañana de una asquerosa noche de verano que mas parecía de invierno -… como si el no lo supiera, la puta que te parió- se cagó en el locutor de la radio por tercera vez consecutiva, porque el estaba tan cómodo sentado en su calefaccionado y resguardado edificio y simplemente porque lo hacía sentir mejor. Aunque lo que mas satisfacción le producía era saber que se encontraba a apenas 300Km de su casa.
De repente ocurrió lo impensable, un sonido sordo y el auto comenzó a ser mas difícil de maniobrar –La reputísima made que lo re-mil parió, otra vez se me pinchó una goma- pensó Javier, otra vez, tras 500Km andados con la de refacción se le había vuelto a pinchar una goma, por segunda vez en una noche, en una asquerosa, pesada y lluviosa noche de verano.
Tras unos quince o tal vez veinte minutos de puteadas silenciosas y reclamos a su viejo y “confiable” teléfono celular que no quería agarrar señal con la puta tormenta eléctrica que en su maravilloso esplendor lo rodeaba, Javier Puertas no encontró otra solución que dirigirse a aquellas luces que atravesaban la densa arboleda a lo lejos, el único signo inequívoco de civilización a su alrededor, mas allá del negro camino.
Solo y empapado, bajo la densa lluvia que no parecía tener ganas de amainar, Javier salió en busca de un teléfono que lo sacara del apuro.
Caminando hasta la casona pensó en el impacto que tendría el llamar a la puerta en aquella hora intempestiva:
-No me van a atender, pensó.
-No, bueno, es una casa en un costado de la ruta, tienen que estar acostumbrados a auxiliar a extraños, consideró.
-Aunque no les va a hacer ninguna gracia que los despierte a las cuatro de la puta mañana, razonó.
-Pero bueno, solo necesito usar el teléfono unos minutos y después me vuelvo hasta el coche a esperar al auxilio, no los voy a molestar demasiado, se tranquilizó.
-Claro, como si con la suerte que venís teniendo te vaya a resultar tan fácil, boludo, pinchaste dos veces en una noche, seguro que te atiende una viejita que tiene miedo de que la violes y la mates en un ritual satánico.
-Y después de todo, porqué tienen que prestarme el teléfono a mí, quien carajo soy yo para pedirles el teléfono? Me van a mandar a la mierda, pensó.
-A lo sumo es un pobre tipo que tiene que madrugar para ir a trabajar porque vive en el culo del mundo y yo lo vengo a despertar a las putas cuatro de la puta mañana en una puta noche que llueve como si todos los putos ángeles del puto cielo estuvieran meandome encima.
-Y claro, me va a dejar entrar a su casa por la puta cara de bueno que traigo encima, claro, tres días en la puta ruta, apenas durmiendo, sin afeitarme, fumando como un puto escuerzo y en una noche de tormenta en la que caen mas rayos que los pedos que me tiro cuando duermo, seguro, el tipo me va a ver y me va a dejar entrar enseguida, pensó.
-Empapado como estoy, con esta cara y a esta hora el tipo, con suerte, va a pensar que soy un asesino serial, voy a tener suerte si a no llama a la policía apenas toque el timbre.
-Y por más que no piense así… porqué mierda me va a dejar entrar a su casa? Si no me conoce? Quien carajo soy yo para pedirle que me deje entrar a su casa a usar el teléfono? Me va a mandar a la mierda…
Álvaro Sánchez, empleado sin rostro en una de esas compañías multimillonarias que tanto abundan hoy en día, se tomaba su descanso del café, el que se había convertido en su ritual de media mañana, su momento para desenchufarse en medio del ajetreo del mundo moderno, el mismo ajetreo que dos años atrás le había provocado aquella bochornosa crisis, aquella misma que lo había obligado a buscarse una casa alejada de todo aquel ruido de las ciudades, aquel mismo ruido que no había podido evitar en su búsqueda por ganarse el sustento diario… claro, no hay muchas granjas que busquen un empleado administrativo con experiencia en programación y manejo de personal.
-Hola Alvarito, que cara de cansado que tenés hoy. – Sentenció Maribel, la rubia debilidad de toda la oficina.
-Hola Mari, si vos supieras la nochecita que pasé…
-Por? Una noche de sexo desenfrenado? Seguro que fue con Clarita, no me jodas, que yo vi como te mira. – Maribel era así.
-Ojalá Mari, ojalá.
-Uy, pero contame, que te pasó?
-La verdad todavía ni yo lo tengo muy claro, sonó el timbre de mi casa como a las cuatro y cuarto de la mañana y cuando, pensando que sería algún otro pobre desgraciado al que se le quedó el auto en la ruta, fuí a abrir la puerta, resultó ser un tipo que con una cara de loco bárbara me dijo: Ma’ si, métase el teléfono en el culo!
Era una noche tormentosa, de esas de verano en las que parece que el cielo se va a caer, Javier apenas veía la ruta por donde conducía, sus faros solo iluminaban la oscuridad de la noche y la densa cortina de lluvia que caía. La radio le anunciaba que eran las 3:45 de la mañana de una asquerosa noche de verano que mas parecía de invierno -… como si el no lo supiera, la puta que te parió- se cagó en el locutor de la radio por tercera vez consecutiva, porque el estaba tan cómodo sentado en su calefaccionado y resguardado edificio y simplemente porque lo hacía sentir mejor. Aunque lo que mas satisfacción le producía era saber que se encontraba a apenas 300Km de su casa.
De repente ocurrió lo impensable, un sonido sordo y el auto comenzó a ser mas difícil de maniobrar –La reputísima made que lo re-mil parió, otra vez se me pinchó una goma- pensó Javier, otra vez, tras 500Km andados con la de refacción se le había vuelto a pinchar una goma, por segunda vez en una noche, en una asquerosa, pesada y lluviosa noche de verano.
Tras unos quince o tal vez veinte minutos de puteadas silenciosas y reclamos a su viejo y “confiable” teléfono celular que no quería agarrar señal con la puta tormenta eléctrica que en su maravilloso esplendor lo rodeaba, Javier Puertas no encontró otra solución que dirigirse a aquellas luces que atravesaban la densa arboleda a lo lejos, el único signo inequívoco de civilización a su alrededor, mas allá del negro camino.
Solo y empapado, bajo la densa lluvia que no parecía tener ganas de amainar, Javier salió en busca de un teléfono que lo sacara del apuro.
Caminando hasta la casona pensó en el impacto que tendría el llamar a la puerta en aquella hora intempestiva:
-No me van a atender, pensó.
-No, bueno, es una casa en un costado de la ruta, tienen que estar acostumbrados a auxiliar a extraños, consideró.
-Aunque no les va a hacer ninguna gracia que los despierte a las cuatro de la puta mañana, razonó.
-Pero bueno, solo necesito usar el teléfono unos minutos y después me vuelvo hasta el coche a esperar al auxilio, no los voy a molestar demasiado, se tranquilizó.
-Claro, como si con la suerte que venís teniendo te vaya a resultar tan fácil, boludo, pinchaste dos veces en una noche, seguro que te atiende una viejita que tiene miedo de que la violes y la mates en un ritual satánico.
-Y después de todo, porqué tienen que prestarme el teléfono a mí, quien carajo soy yo para pedirles el teléfono? Me van a mandar a la mierda, pensó.
-A lo sumo es un pobre tipo que tiene que madrugar para ir a trabajar porque vive en el culo del mundo y yo lo vengo a despertar a las putas cuatro de la puta mañana en una puta noche que llueve como si todos los putos ángeles del puto cielo estuvieran meandome encima.
-Y claro, me va a dejar entrar a su casa por la puta cara de bueno que traigo encima, claro, tres días en la puta ruta, apenas durmiendo, sin afeitarme, fumando como un puto escuerzo y en una noche de tormenta en la que caen mas rayos que los pedos que me tiro cuando duermo, seguro, el tipo me va a ver y me va a dejar entrar enseguida, pensó.
-Empapado como estoy, con esta cara y a esta hora el tipo, con suerte, va a pensar que soy un asesino serial, voy a tener suerte si a no llama a la policía apenas toque el timbre.
-Y por más que no piense así… porqué mierda me va a dejar entrar a su casa? Si no me conoce? Quien carajo soy yo para pedirle que me deje entrar a su casa a usar el teléfono? Me va a mandar a la mierda…
Álvaro Sánchez, empleado sin rostro en una de esas compañías multimillonarias que tanto abundan hoy en día, se tomaba su descanso del café, el que se había convertido en su ritual de media mañana, su momento para desenchufarse en medio del ajetreo del mundo moderno, el mismo ajetreo que dos años atrás le había provocado aquella bochornosa crisis, aquella misma que lo había obligado a buscarse una casa alejada de todo aquel ruido de las ciudades, aquel mismo ruido que no había podido evitar en su búsqueda por ganarse el sustento diario… claro, no hay muchas granjas que busquen un empleado administrativo con experiencia en programación y manejo de personal.
-Hola Alvarito, que cara de cansado que tenés hoy. – Sentenció Maribel, la rubia debilidad de toda la oficina.
-Hola Mari, si vos supieras la nochecita que pasé…
-Por? Una noche de sexo desenfrenado? Seguro que fue con Clarita, no me jodas, que yo vi como te mira. – Maribel era así.
-Ojalá Mari, ojalá.
-Uy, pero contame, que te pasó?
-La verdad todavía ni yo lo tengo muy claro, sonó el timbre de mi casa como a las cuatro y cuarto de la mañana y cuando, pensando que sería algún otro pobre desgraciado al que se le quedó el auto en la ruta, fuí a abrir la puerta, resultó ser un tipo que con una cara de loco bárbara me dijo: Ma’ si, métase el teléfono en el culo!