Es como la sensación de espiar a aquel que no se sabe observado. Te sientes poderoso. Te sientes más listo.
Pero cien, mil, millones de veces mejor.
No hay sensación comparable al sol en tu nuca, el metal tan caliente que se vuelve volátil, de forma que se cuela en las ventanas de mi nariz, que se aposenta en mi lengua y me deja su acre regusto en la garganta.
En ese momento eres Dios.
Un gorro rojo se desliza de aqui para allá, una sombra de un pelo rubio, un sombrero, una calva corre por la acera.
Un leve roce de mi dedo y la calva, el sombrero, el pelo rubio o el gorro rojo, sufrirían un temblor y depués una caida. Y no se levantarían.
Es la mejor sensación.
Son hormigas.
Soy su Dios.