JUNGLA
Querido diario mental:
Tengo suerte. Hoy es un buen día para mi suicidio. La humedad es soportable y no llueve.
He amanecido sintiéndome satisfecho. Ayer concluí mi tarea. Acabé con el último cámara. Sabía que rondaba por allí, no fue difícil encontrarlo. Es que no aprenden.
Creo que ya no queda nadie. No voy a perseguir a los que han huído.
Cuando Antonio estaba exhalando su último aliento entre mis manos, sentí la presencia del cámara, cerca, entre la vegetación.
Me había costado pillarlo al cerdo de Antonio. Estaba esperándome escondido en la cabaña del grupo sur. Sabía que primero buscaría allí. Cuando examinaba el terreno, salió de no sé dónde, saltó sobre mí gritando. Hay que ser idiota para gritar mientras se ataca al enemigo. Se había preparado un garrote con ciertas protuberancias agudas. Sólo atinó a darme en lo alto de la cabeza con el mango. Puede que como torero sea muy macho, pero Antonio nunca fue muy hábil. Le recuerdo cuando construíamos las barcas: estorbando, quejándose, soltando ideas que no interesaban a nadie.
Lo lancé al suelo. Se escurrió e intentó huir. Supongo que vio mis lanzas. Pasé un día entero afilándolas y perfeccionándolas con el machete, hasta que parecieron talladas por el mismo Miguelangel. Tuve que perseguirlo jungla adentro, hasta que desapareció cualquier huella de presencia humana: ni cabañas torcidas y sucias, ni prendas de nylon tendidas en cuerdas, ni papeles embarrados por el suelo... Siguiéndole el rastro llegué a la laguna de la cascada, en la que tantas veces me bañé antes de empezar todo esto, antes de decidir irme por mi cuenta. No le vi.
Es increíble cómo se me ha desarrollado el olfato desde que vine aquí. He acabado por distinguir claramente los olores del entorno. Olí a barro, al vapor de agua flotando en el aire, a mi propio sudor, al barro seco que me cubría para ayudar al camuflaje, a musgo en abundancia... Y en medio de todos aquellos olores perfectos, cotidianos, conocidos... Antonio apestaba. Era como un pegote de sangre en un enorme lienzo blanco e impecable.
Creyó que la cueva tras la cascada sería un buen escondite. Que podría mirar sin ser visto. En cuanto atravesé el agua empezó a suplicar...
- Por favor, somos personas normales... Esto no puede acabar así... Piensa en tu familia, que está viendo todo esto... Acabarán encontrándote... ¡Irás a la cárcel! ¡Por Dios, piensa un poco, joder!
Cháchara.
- Calla. Haces cabañas de puta pena y no sabes cocinar. ¿Tú eres un superviviente? No vivirías más de un día ni en un bosque. No eres más que un puto hombre blanco, fofo y acomodado, como yo, como todos los otros. Ignorantes.
Iba a empezar otra vez su cháchara, así que la tuve que interrumpir con la lanza. Se la incrusté donde acaba el cuello y empieza el pecho, justo en ese hueso en forma de percha. No recuerdo como se llama esa zona. Ya da igual. Apreté y enrosqué, hasta que dejó de gorgotear y babear sangre.
Salí y me lavé en la laguna. No hice el más mínimo gesto, pero sabía allí estaba el cámara, en algún lugar detrás mía, escondido, seguramente lejos, haciéndome un enorme zoom. Podía sentir la lente en mi nuca. Sobre todo, podía oír ese zumbido de los aparatos eléctricos. Dios, cuánto hacía que no oía el sonido de la tecnología. Era escandaloso. Tuve que contener las ganas de vomitar.
Antonio había engordado bastante. Sus muslos me dieron bastante energía anoche y esta mañana, como desayuno para el gran día. Es un desperdicio tirar tanta carne, pero no me hará más falta. Tengo todo lo que me ha hecho falta: cabaña, lanzas, garrotes, setas, mangos, una calabaza con agua, cuencos, un par de cuerdas, no muy largas... Al final, para nada. Todo hecho por mí. Lo que tenía cuando vinimos, lo tiré en un pozo. No quería que esos cabrones lo aprovecharan. No llevo ropas, la picha me cuelga entre las piernas. Es agradable.
No me costó dar caza al cámara. Él quería encontrarme. Estaba sediento de más imágenes. Podía imaginarme sus ilusiones de escándalo, polémica, fama, mérito, recompensas económicas, ascensos, apariciones en los telediarios, mientras caminaba por la selva, con él pisando mis pasos. Era imposible ignorar ese zumbido.
Llegué a despistarle. Me quedé muy quieto en lo alto del risco, aferrado a la roca. Era un camaleón, muy quieto, fundido con la roca, mirando. Pronto apareció abajo, con la cámara colgando en la mano, buscándome alrededor. Encendió el aparato y comenzó a hacer una toma del entorno. Fue entonces cuando aproveché para lanzarme sobre él, una estaca en cada mano. El muy capullo no soltó la cámara mientras caía al suelo. Debió ser algún acto reflejo incoherente.
- ¡¿Quieres grabar esto, cerdo?! ¡Grábalo! ¡Que disfrute el público!
Era sólo retórica, claro. La cámara ni siquiera nos enfocaba, pero estaba grabando y recogiendo el sonido.
Intentó estrangularme. Le atravesé el cuello. No le di tiempo a decir nada. No me interesaba. Tuve que arrancarle la cámara de los dedos. Todavía se retorcía moribundo, tuve que dejar la cámara y volver a atravesarle el cuello para acortar su muerte.
Cogí la cámara y comprobé que grababa. Sentía su zumbido en el cráneo. La enfoqué hacia mí. Creo que esto se llama primer plano.
- Saludos a toda España. Supongo que la mayor parte de lo que ha pasado en este programa no se emitirá. Me refiero a las muertes. Pero me imagino que sí emitirán esto. Seguro que a la dirección de Antena Tres se le está cayendo la baba imaginando la audiencia que va a tener un programa especial que emita este documento. Siguen siendo tan... ¿Cómo se dice? Ya no me salen las palabras. Aquí no hacen tanta falta, ¿sabéis?... ¡Codiciosos! El hombre es codicioso y lo será por siempre. El mundo se está pudriendo, pero el ser humano sigue hacia adelante, siempre hacia adelante, no importa el precio. Hasta que todo esto reviente y no haya salida. No creo que lleguemos a la era espacial, a poder emigrar a la Luna u otro planeta, a empezar de nuevo. A empezar de nuevo a llenarlo todo de mierda... Me estoy yendo por las ramas. Lo que quería decir es más o menos esto. No sé si me expreso bien... ¿No podemos simplemente detenernos? ¿De verdad necesitamos seguir avanzando? ¿Acaso no hemos llegado a un punto de la evolución donde podemos hacer grandes cosas?... Nunca podría volver al mundo moderno. Pero tampoco puedo quedarme aquí. Sólo soy un hombre blanco ignorante y codicioso. No pertenezco a esto. Estoy solo, no podría sobrevivir mucho más tiempo. He matado a todos los concursantes y ahora me mataré a mí. Si vosotros fuerais conscientes de todo lo que hemos hecho al mundo, también os mataríais. Adiós.
He dejado la cámara, con la cinta dentro, en el campamento sur. Cuando vengan los helicópteros de la televisión buscarán primero allí. Pero sólo queda eso: la cámara y la cinta. Me he ocupado de que no quede nadie ni nada infectando la selva.
A veces la siento respirar, como un gigantesco pecho subiendo y bajando. Como el pecho de Carmen.
El machete es lo único moderno que no he tirado. Lo necesitaba para mi final.