Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Algunos recordaréis al Pájaro Clavicordio del Proceloso Bosque de Sumatara. Otros no. En cualquier caso me está dando la gana completar un bestiario de varios bichos de este pelo, y este es el segundo de ellos. Las referencias que se hace aquí "al hijo" del que escribe se refieren al personaje que escribe sobre el Pájaro Clavicordio.
Teniendo en cuenta la hipercatividad de este foro y el vértigo de este subforo en concreto, no espero mucho feedback por vuestra parte. No lo escribo para postearlo aquí, pero ya que está, pue os lo casco, y de paso me demuestro a mí mismo que puedo escribir de algo que no sean parafilias.
La bicha de Taramundi
En algunos capiteles románicos de la Asturias occidental se repite un motivo animal que representa a un gato con cola de sirena. Los rasgos del tren superior han sido bruñidos por el tiempo y reducidos a toscos volúmenes, mientras que la mitad inferior no ofrece dudas. El ejemplo más representativo se encontraba en la desaparecida ermita de Santa Tecla de Llan, cercana a la villa de Taramundi, siendo un motivo recurrente en la ornamentación religiosa de toda la región debido al simbolismo pagano que se le atribuía: la fidelidad conyugal.
No queda ningún testimonio de la fisionomía completa del animal tan bien preservado como el de Taramundi. Ahí la bestia aparecía con exquisito detalle sobre el regazo de Santa Tecla, que lo amamantaba al tiempo que entregaba su otro pecho al Niño. El análisis comparativo de otras obras sugiere un híbrido entre nutria y foca, y nunca hubiera trascendido el interés mitológico de no ser por varias cantigas de la comarca de Oscos en las que se describe a un animal idéntico, se detallan sus costumbres y se narran las vicisitudes que hubo de afrontar como especie, vicisitudes de donde les viene su reputación virtuosa y que finalmente les llevó a la extinción.
Se dice que eran las bichas creaturas solitarias de no más de un metro de largo que anidaban en pozas altas de los ríos Suaron y Eo. Su ecosistema se limitaba a los dos angostos valles que trazan los cursos de estos ríos, una circunstancia que les obligó a afinar su instinto para evitar la endogamia. Al final del verano, los machos bajaban a la confluencia de Ribambo y remontaban el río vecino hasta dar en sus nacientes con alguna hembra receptiva. Coincidiendo con el primer deshielo, la hembra alumbraba un único ejemplar al que atendía en solitario, ya que el macho se dejaba llevar por el torrente nada más terminar la cópula para hibernar en su territorio sin rendirle cuentas a nadie. Como vemos, nada aquí justifica la fama de animales comprometidos que la tradición se empeñó en atribuirles.
Las últimas décadas del siglo IX fueron particularmente secas. De ello dejaron constancia los anales y evidencia los registros geológicos. Las cumbres quedaron desnudas muchos inviernos seguidos, y los arroyos se trocaron en lenguas de cantos por las que se arrastraban los machos para llegar desollados al cortejo. Dada su anatomía, si remontarlos era una hazaña, bajarlos era imposible, y terminaron quedándose en la poza de la hembra durante todo el invierno en el feliz caso de que quedara algo parecido a una poza, que no daba para sustentar a dos ejemplares adultos y cuyos recursos había que defender con la vida del asedio de parejas vecinas.
Fuera por algún verso que se hizo popular o por alguna leyenda de piadosa moralina, la estampa de una pareja de bichas defendiendo su charca cuajó en el imaginario colectivo. Pero lo más probable es que la especie no tuviera tiempo de desarrollar un verdadero instinto de cooperación, ni los machos el de cuidar a sus crías, pues terminaban devorándolas cuando ya no quedaba nada más que echarse a la boca. No llegaron a ver el final de la sequía. Murieron juntas, eso sí.
Nada sustenta hoy que las bichas realmente existieran. Los torrentes rebrotaron y barrieron hasta la menor esquirla de hueso. Sólo piedra y folclore las certifican. Esto es lo que me han obligado a firmar esta noche en los juzgados de Mieres bajo una lluvia de hostias, admitiendo que el espécimen disecado que paseo por las ferias es un fraude. Ahora, desde mi celda, quiero jurarle a mi hijo por escrito que sólo lo es al cincuenta por ciento. La mitad superior es, en efecto, de un mono; no sabría decir cuál exactamente de tan apolillado como estaba hasta esta tarde, pues doy por hecho que a estas horas ya lo habrán arrojado a la hoguera. Pero la cola, que yo mismo cosí con estas manos que ahora se duelen y escriben, es la de una auténtica bicha de Taramundi, pues de ninguna otra cosa pudo ser donde la encontré.
Hace cinco años, mientras me hallaba pescando salmones en el Eo, hube de escapar de un oso. Pocas veces vieron aquellos montes bestia tan pertinaz ni presa más testaruda. Conseguí salvar la vida trepando por un cortao hasta llegar a un alto umbrío en el que aun quedaba nieve. Siendo mediados de agosto, hubiérase dicho que llevaba ahí desde que Dios alzó esas peñas. Se me echó la noche encima y tuve que encender un fuego para pasarla de la mejor manera. A la mañana advertí que del hielo asomaba un jirón que tomé por un morral olvidado quién sabe cuándo. Excitado por el misterio, a poco caigo de espaldas al abismo cuando por fin conseguí arrancarlo, y hube de blasfemar, lleno de asco y decepción, al comprobar que no era más que carroña… Efectivamente, ¡pero de qué ralea! En mis manos tenía la mitad trasera un mamífero acuático como nunca había visto antes, y que sólo pudo llegar hasta ahí entre las garras de un buitre o un águila. Al momento descarté que fuera de una nutria o de una cría de león marino, que hasta hace poco varaban en estas costas. Era una aleta caudal completa, robusta y cubierta de un vello tan fino como el del armiño. Y gracias al hielo, en tan buen estado que podría haberla asado ahí mismo sobre las brasas. Ignoraba yo entonces la historia de las bichas, pero en el pecho se me prendió la certeza de que aquella carroña iba a dar para algo más que un almuerzo. Y encomendándome a la Santina la eché al saco, tiesa como estaba, confiando en llegar bajo techo antes de que el oso o el calor se hicieran notar.
Igual que hiciera antaño con las gentes de estos valles, la bicha, sin pretenderlo, me ha regalado una enseñanza. También ha dado de comer a mi familia. Yo, en agradecimiento, la he curtido con manteca, perfumado con enebro y envuelto en terciopelo. Y mientras tanto, el mono se pudría. En resumen, más me valdría atender a partes iguales a lo vulgar y a lo extraordinario, porque en este mundo abunda lo primero. Y por no darle mal ejemplo al chiquillo, para que aprenda a hacer bien las cosas. Y si se ha de llevar alguna hostia, que sean sólo las mías.
Teniendo en cuenta la hipercatividad de este foro y el vértigo de este subforo en concreto, no espero mucho feedback por vuestra parte. No lo escribo para postearlo aquí, pero ya que está, pue os lo casco, y de paso me demuestro a mí mismo que puedo escribir de algo que no sean parafilias.
La bicha de Taramundi
En algunos capiteles románicos de la Asturias occidental se repite un motivo animal que representa a un gato con cola de sirena. Los rasgos del tren superior han sido bruñidos por el tiempo y reducidos a toscos volúmenes, mientras que la mitad inferior no ofrece dudas. El ejemplo más representativo se encontraba en la desaparecida ermita de Santa Tecla de Llan, cercana a la villa de Taramundi, siendo un motivo recurrente en la ornamentación religiosa de toda la región debido al simbolismo pagano que se le atribuía: la fidelidad conyugal.
No queda ningún testimonio de la fisionomía completa del animal tan bien preservado como el de Taramundi. Ahí la bestia aparecía con exquisito detalle sobre el regazo de Santa Tecla, que lo amamantaba al tiempo que entregaba su otro pecho al Niño. El análisis comparativo de otras obras sugiere un híbrido entre nutria y foca, y nunca hubiera trascendido el interés mitológico de no ser por varias cantigas de la comarca de Oscos en las que se describe a un animal idéntico, se detallan sus costumbres y se narran las vicisitudes que hubo de afrontar como especie, vicisitudes de donde les viene su reputación virtuosa y que finalmente les llevó a la extinción.
Se dice que eran las bichas creaturas solitarias de no más de un metro de largo que anidaban en pozas altas de los ríos Suaron y Eo. Su ecosistema se limitaba a los dos angostos valles que trazan los cursos de estos ríos, una circunstancia que les obligó a afinar su instinto para evitar la endogamia. Al final del verano, los machos bajaban a la confluencia de Ribambo y remontaban el río vecino hasta dar en sus nacientes con alguna hembra receptiva. Coincidiendo con el primer deshielo, la hembra alumbraba un único ejemplar al que atendía en solitario, ya que el macho se dejaba llevar por el torrente nada más terminar la cópula para hibernar en su territorio sin rendirle cuentas a nadie. Como vemos, nada aquí justifica la fama de animales comprometidos que la tradición se empeñó en atribuirles.
Las últimas décadas del siglo IX fueron particularmente secas. De ello dejaron constancia los anales y evidencia los registros geológicos. Las cumbres quedaron desnudas muchos inviernos seguidos, y los arroyos se trocaron en lenguas de cantos por las que se arrastraban los machos para llegar desollados al cortejo. Dada su anatomía, si remontarlos era una hazaña, bajarlos era imposible, y terminaron quedándose en la poza de la hembra durante todo el invierno en el feliz caso de que quedara algo parecido a una poza, que no daba para sustentar a dos ejemplares adultos y cuyos recursos había que defender con la vida del asedio de parejas vecinas.
Fuera por algún verso que se hizo popular o por alguna leyenda de piadosa moralina, la estampa de una pareja de bichas defendiendo su charca cuajó en el imaginario colectivo. Pero lo más probable es que la especie no tuviera tiempo de desarrollar un verdadero instinto de cooperación, ni los machos el de cuidar a sus crías, pues terminaban devorándolas cuando ya no quedaba nada más que echarse a la boca. No llegaron a ver el final de la sequía. Murieron juntas, eso sí.
Nada sustenta hoy que las bichas realmente existieran. Los torrentes rebrotaron y barrieron hasta la menor esquirla de hueso. Sólo piedra y folclore las certifican. Esto es lo que me han obligado a firmar esta noche en los juzgados de Mieres bajo una lluvia de hostias, admitiendo que el espécimen disecado que paseo por las ferias es un fraude. Ahora, desde mi celda, quiero jurarle a mi hijo por escrito que sólo lo es al cincuenta por ciento. La mitad superior es, en efecto, de un mono; no sabría decir cuál exactamente de tan apolillado como estaba hasta esta tarde, pues doy por hecho que a estas horas ya lo habrán arrojado a la hoguera. Pero la cola, que yo mismo cosí con estas manos que ahora se duelen y escriben, es la de una auténtica bicha de Taramundi, pues de ninguna otra cosa pudo ser donde la encontré.
Hace cinco años, mientras me hallaba pescando salmones en el Eo, hube de escapar de un oso. Pocas veces vieron aquellos montes bestia tan pertinaz ni presa más testaruda. Conseguí salvar la vida trepando por un cortao hasta llegar a un alto umbrío en el que aun quedaba nieve. Siendo mediados de agosto, hubiérase dicho que llevaba ahí desde que Dios alzó esas peñas. Se me echó la noche encima y tuve que encender un fuego para pasarla de la mejor manera. A la mañana advertí que del hielo asomaba un jirón que tomé por un morral olvidado quién sabe cuándo. Excitado por el misterio, a poco caigo de espaldas al abismo cuando por fin conseguí arrancarlo, y hube de blasfemar, lleno de asco y decepción, al comprobar que no era más que carroña… Efectivamente, ¡pero de qué ralea! En mis manos tenía la mitad trasera un mamífero acuático como nunca había visto antes, y que sólo pudo llegar hasta ahí entre las garras de un buitre o un águila. Al momento descarté que fuera de una nutria o de una cría de león marino, que hasta hace poco varaban en estas costas. Era una aleta caudal completa, robusta y cubierta de un vello tan fino como el del armiño. Y gracias al hielo, en tan buen estado que podría haberla asado ahí mismo sobre las brasas. Ignoraba yo entonces la historia de las bichas, pero en el pecho se me prendió la certeza de que aquella carroña iba a dar para algo más que un almuerzo. Y encomendándome a la Santina la eché al saco, tiesa como estaba, confiando en llegar bajo techo antes de que el oso o el calor se hicieran notar.
Igual que hiciera antaño con las gentes de estos valles, la bicha, sin pretenderlo, me ha regalado una enseñanza. También ha dado de comer a mi familia. Yo, en agradecimiento, la he curtido con manteca, perfumado con enebro y envuelto en terciopelo. Y mientras tanto, el mono se pudría. En resumen, más me valdría atender a partes iguales a lo vulgar y a lo extraordinario, porque en este mundo abunda lo primero. Y por no darle mal ejemplo al chiquillo, para que aprenda a hacer bien las cosas. Y si se ha de llevar alguna hostia, que sean sólo las mías.
- Dolordebarriga
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Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Los Gentiles también me quedó cuco, pero bueno, si sólo te han de gustar unos pocos apreciaré aún más tus felicitaciones.
- Dolordebarriga
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Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
A mí los gentiles no me gustó absolutamente nada de nada. No te lo dije porque ahora mismo eres el único que escribe aquí y no quería espantarte, pero ya que lo insinúas y aprovechando que éste si que me ha gustado...
YO ESTOY INDIGNADO
Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Me quedó precioso, hombre...
Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Me ha gustado, la cosa iba bien, pero cuando ha legado a los guardias de mieres a hostia viva (real como la vida misma) me ha conquistado.
La duda que me asalta, las descripciones que haces parecen de la zona, no se si por mapa o por haber estado por alli, ¿lo de los capiteles te lo has inventado o está sacado de algún sitio?¿Y lo de Santa Tecla? Es que por mi zona hay una ermita de Santa Tecla, aunque algo alejada de Taramundi.
La duda que me asalta, las descripciones que haces parecen de la zona, no se si por mapa o por haber estado por alli, ¿lo de los capiteles te lo has inventado o está sacado de algún sitio?¿Y lo de Santa Tecla? Es que por mi zona hay una ermita de Santa Tecla, aunque algo alejada de Taramundi.
Visita Pequeñas historias, no te arrepentirás, o si, o no, o que se yo.
Ultima actualización 5-8-2011
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Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Es todo inventado. Lo escribí después de pasar este mes de mayo por Oviedo y conocer el románico ese que hay por esa lomica que atalaya la ciudad. Nunca he estado en Taramundi, pero googleé y me sonó recóndito y hermoso. Yo imaginaba que Taramundi hoy en día sería como una especie de Comillas en Cantabria, pero como se supone que esto sucede en el siglo XIX (imprecisiones lingüísticas aparte) me calzó bien.
Lo de Santa Tecla no sé de dónde lo saqué. No es la primera vez que utilizo a esa santa. Supongo que googleé algo, me salió y dije, uy, adjudicada one more time.
Lo de Santa Tecla no sé de dónde lo saqué. No es la primera vez que utilizo a esa santa. Supongo que googleé algo, me salió y dije, uy, adjudicada one more time.
Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Románico no, prerrománico.
Por si te interesa usarlo alguna vez hay una leyenda en mi pueblo relacionado con esto
Lo que hay encima de la puerta se supone que es la imagen de una osa amamantando a una infanta, es la antigua entrada al monasterio, ahora la entrada al albergue de peregrinos.
Pues dice la leyenda que hace muchos años, se encontraba la infanta Cristina, la hija de Bermudo II de León, correteando inocentemente por nuestros bosques a tierna edad cuando la perdieron de vista y desapareció. La buscaron largo rato, y no recuerdo si al día o ala semana siguiente la encontraron en la cueva de una osa que la había adoptado y cuidado de ella. En el 1024, tras enviudar, se vino aquí y fundó el monasterio. Por lo visto la leyenda de alguien importante que se pierde y es criado por una bestia o algo similar era algo bastante habitual en la zona, y se supone que un animal hacía eso, cuidar los bebes humanos desaparecidos, pero ahora no recuerdo el nombre.
Taramundi a dia de hoy es un sitio donde recordar como era Asturias precisamente hace 200 años, con su museo etnográfico, sus forjas ancestrales y toda la pesca, aunque para mi esos siempre han sido gallegos. Si buscas bichos nuevos, de todas formas, en la mitología asturiana hay unos cuantos.
Por si te interesa usarlo alguna vez hay una leyenda en mi pueblo relacionado con esto
Lo que hay encima de la puerta se supone que es la imagen de una osa amamantando a una infanta, es la antigua entrada al monasterio, ahora la entrada al albergue de peregrinos.
Pues dice la leyenda que hace muchos años, se encontraba la infanta Cristina, la hija de Bermudo II de León, correteando inocentemente por nuestros bosques a tierna edad cuando la perdieron de vista y desapareció. La buscaron largo rato, y no recuerdo si al día o ala semana siguiente la encontraron en la cueva de una osa que la había adoptado y cuidado de ella. En el 1024, tras enviudar, se vino aquí y fundó el monasterio. Por lo visto la leyenda de alguien importante que se pierde y es criado por una bestia o algo similar era algo bastante habitual en la zona, y se supone que un animal hacía eso, cuidar los bebes humanos desaparecidos, pero ahora no recuerdo el nombre.
Taramundi a dia de hoy es un sitio donde recordar como era Asturias precisamente hace 200 años, con su museo etnográfico, sus forjas ancestrales y toda la pesca, aunque para mi esos siempre han sido gallegos. Si buscas bichos nuevos, de todas formas, en la mitología asturiana hay unos cuantos.
Visita Pequeñas historias, no te arrepentirás, o si, o no, o que se yo.
Ultima actualización 5-8-2011
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Re: Criptozoología 2: La bicha de Taramundi
Coño, pues me he arrimado algo a la realidad por pura chiripa.
Asturies ya está tocada. Ningún capítulo repite lugar geográfico, animalico ni periodo histórico.
Bicha Taramundi -> Asturias principios S.XIX
Pájaro Clavicordio -> Sumatra finales S.XIX
La reina Djanca (escrito pero no posteado) -> Un estado sureño indeterminado a principios de los 60.
Rusalka -> Polo Sur, más o menos las mismas fechas
Y el que está en proceso, ambientado en Miranda en el futuro
Asturies ya está tocada. Ningún capítulo repite lugar geográfico, animalico ni periodo histórico.
Bicha Taramundi -> Asturias principios S.XIX
Pájaro Clavicordio -> Sumatra finales S.XIX
La reina Djanca (escrito pero no posteado) -> Un estado sureño indeterminado a principios de los 60.
Rusalka -> Polo Sur, más o menos las mismas fechas
Y el que está en proceso, ambientado en Miranda en el futuro