Esperaba una defensa menos fantasiosa por parte de mi contrincante. Por tales deformaciones de la realidad, esgrimidas ridiculamente como argumentos, le doy el pésame.
¿Por qué elegir el producto popular?
Muy sencillo; por que están más deliciosos, son más nutritivos, sabes lo que te metes en el cuerpo y los controles de seguridad son mucho mejores que los de cualquier mierdaproducto genérico de mierdasupermercado en cadena.
Ignoras el hecho de que los productos de marcas blancas, en la mayoría de los casos, están fabricados por las mismas compañías que realizan las marcas famosas. Por una extraña cuestión de difusión de productos y abaratamiento general, las cadenas de alimentación al estilo Mercadona, se hacen con una buena parte de la producción de las compañías populares, envasan el producto con sus logos y sus colorines propios, y lo colocan en las vitrinas a precios muchísimo más asequibles que los del producto con el envase famoso que sale en la tele. Esto es así desde hace mucho tiempo. ¿Quién no se ha dado cuenta de la procedencia del vino de mesa del mercadona? Huy, producido y embotellado por García Carrión, el mismo del Don Simón... Los cereales del mercadona? Anda, pero si vienen del mismo sitio que los cereales Pascual! Estamos hablando de los mismos productos, su precio fluctúa exageradamente sólo a causa de su envase.
Para colmo, los productos envasados por el mercadona, como marcas blancas, además de superar los controles de calidad del fabricante inicial, deben superar un segundo control de calidad efectuado por mercadona, antes de imprimir su marca en ellos. Son doblemente seguros.
Además,cualquier supermercado X que venda productos del mismo establecimiento es poco más que una leprosería: que si las cajeras parecen máquinas apáticas y defectuosas, que los clientes son una banda de zombies adictos a los subproductos caducados rebajados de precio, que si la cacofonía incesante de música contiene mensajes subliminales ("abonado 1435: Compre los enemas de pollo YA"), que si te meten dos puñaladas por la última tarrina de pus de cerebro de vaca loca (Eso es lo que pone realmente en la parte posterior del producto, en carácteres rusos)...
Una de las cosas más notables en los establecimientos del estilo de mercadona es la ausencia de adiciones inútiles y vácuas al cotidiano acto de la compra diaria. Este mismo hecho será también uno de los defectos encontrados por todos aquellos poseedores de un borderline agudo que esputen de rabia al no ver los reclamos del mundo consumista moderno, guiándole hacia la compra más conveniente. ¿A qué me refiero? Al tener que bregar con marcas populares, los hipermercados resultan un hervidero de promociones zombificantes: que si la señorita que anuncia maquinalmente las virtudes del paté La Piara tapa negra, que si un maromo vestido de labrador persiguiendote por los pasillos para que pruebes sus esparragos Carretilla... La gente sin fantasmas en el cerebro, los verdaderos compradores, no van al super para ver colocados piramidalmente un cargamento de cocos, para su disfrute visual, como pasa en la mayoría de supermercados que venden marcas populares. Mercadona no abusa de los artificios y coloca el producto, sin más. No será elegante, pues vale. Para ver elegancia no te vayas a un supermercado, cenutrio, vete a la recepción del embajador. El hilo musical tampoco destaca, por no decir que es inexistente. Es más, todo lo que comentas del mercadona en tu anterior parrafo parecen los desvaríos incongruentes de alguien que está empapado hasta los sobacos en LSD.
Mr.Bones se muestra levemente aturdido ante la descarada acusación. Quizá no eran tan solo calcomanías lo que le regaló aquel hombre, a la puerta del cole.
Sigamos:
Nos intentan lavar el cerebro con su mierda de productos X, su mierda de atención al cliente, su mierda de logotipos X ...
Tras leer semejante sandez, no puedo hacer otra cosa que ponerme didactico.
ESTO ES LO QUE LAS DROGAS LE HACEN A TU CEREBRO:
Ahora, vayan a un supermercado Y, donde la mayoría de los productos son de marca. Nada más entrar, el hilo musical nos hará creer que estamos en el cielo de los supermercados. Cogemos nuestro carro, engrasado como una máquina de competición, y nos deslizamos por enormes pasillos recogiendo (al azar, por que todo tiene una pinta exquisita) verdaderos productos alimenticios y sabrosos, donde lo que está escrito en el envase es lo que hay dentro del recipiente.
Una cosa es que defiendas la opción erronea, o que consideres el pasear por un supermercado como el ideal de utopía, pero aquí pecas de ingenuo. En lugar de limitarme a llamarte drogadizo, te expondré una contradicción:
Me gusta poner el ejemplo del sabroso bovril. Producto célebre desde hace décadas, supuestamente sirve para aderezar las carnes. Seguro que muchos habrán visto este llamativo botecito en las estanterías de su supermercado de confianza.
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Sus ingredientes son totalmente inocuos, a simple vista, aunque llama la atención donde pone (lo digo de memoria, dios me libre de tener semejante porquería en casa) proteínas cárnicas. Por ese genérico nombre se refieren a la sangre que queda en el suelo de los mataderos tras reventar a hachazos a algún pobre bicho. Ese líquido casi coagulado es fregado sistemáticamente, dirigido a desaqües, recolectado a través de diversas cañerías, y finalmente, etiquetado como "proteínas cárnicas". Claro, seguro que lo son. Pero el caso es que con un escueto y nada explicativo "proteínas cárnicas", la gente no llega a discernir que en realidad se está bebiendo sangre de bicho escurrida por una fregona.
Desengáñate, te van a seguir dando gato por liebre en cualquiera de los casos.
Mientras tatareamos la canción que suena en los amplificadores ocultos, una de nuestros temas favoritos, saludamos al alcalde y a su mujer, a los jugadores del equipo de baloncesto local y hacemos vida social con las ganadoras del concurso de camisetas mojadas de este fin de semana; mientras tanto, seguimos recogiendo los suculentos y/o útiles elementos que están a nuestro alrededor.
Después de anotar los números de todas las integrantes de la selección femenina de voley-playa, nos acercamos a la caja donde una rubia con unos ojazos azules (1´70 de altura, 110 cm de pecho, 60 de cintura, y 100 de cadera) nos sonríe virginalmente, y charla con nosotros como si nos conociera de toda la vida.
Al salir por la puerta deslizadora, nos lanza un par de besos y hace un gesto para que la la llames por teléfono más tarde.
Nada más llegar a la puerta de tu casa hay un chico esperandote para entregarte las bolsas(que no has tenido que pagar), y desaparece después de decir "No acepto propinas".
Mientras depositas los enseres en sus departamentos correspondientes, casi puedes reconocer por el olor lo que es cada alimento.
Lo anterior, interpretado por alguien que no sufre esquizofrenia:
Sonaba por enésima vez el Bisbal berreando bulería, horrísonamente alto, incitándome a clavarme dos puñales en los ojos para acabar con el dolor. Intentando vanamente escapar de aquella espiral de ladridos, doblé a toda prisa por uno de los pasillos del super. Acabé tropezándome con el alcalde, que llenaba su carrito de Chivas y Brugal para darse una fiesta de las suyas a costa del dinero de los contribuyentes. Le acompañaba una antigua tonadillera venida a menos, con la que mantenía roces desde hacía poco. Con el estómago saliéndoseme por la boca de puro asco, me di la vuelta y huí, pero solo para encontrarme con un drogadizo negro, hasta el culo de crack, vestido con la equipación de Magic Johnson. Antes de que me pidiera dinero para el autobus, giré por la siguiente calle, y me encontré con horror, a las marujas ganadoras del concurso de punto de cruz del barrio, que compraban empanadillas congeladas, sin cesar de cotorrear la paja de turno de Gran Hermano. La sangre empezó a brotar de mis ojos, oídos y boca. Fue entonces cuando atisbé, con el rabillo del ojo, la estantería de productos bovril, con sus proteinas cárnicas, y sonó un chasquido sordo en la parte posterior de mi cráneo. Perdí varios sentidos y el control de mis músculos. Soltando espumarajos, me dirigí reptando hacia la salida, esquivando a duras penas a la selección femenina de sumo, que se apiñaban en la sección de lencería de saldo para comprar tangas XXXL. Cuando llegué, la cajera, un horror sin nombre surgido del infierno de Dante, se empeñó en tirarme los trastos descaradamente, en señalarme con el dedo mientras reía, moviendo su grotesca boca con asquerosos rictus, y en cobrarme de más lo que había comprado.
La Cajera rie atronadoramente mientras ve huir a nuestro protagonista
Salí de allí, renqueante, con las piernas temblorosas, y luchando por hacerme con algo de oxígeno para respirar. Justo ahí, un gitano acechante, vestido con un chandal plateado, se hizo con mis bolsas sin darme tiempo a reaccionar, y salió escopetado al encuentro de una mobilette que le esperaba con el motor en marcha, conducida por su cuñado. Escaparon, riéndose de la cara de "gilipolla que se la quedao al payo". Empezó a nevar. Caí al suelo. Pronto llegaría la muerte.
Coño ya.
Te sientas en el sofá, enciendes la tele, y te das el placer de comerte un VERDADERO yogurt.
Que sí, hombre, que sí. Que eso que te estás comiendo es un yogurt.
Este simpático abuelete proporcionó la leche paterna para el yogurt de Mr. Bones
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