Golpe a un caudillo
EL PAÍS - Editorial - 13-04-2002
Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela. La situación había alcanzado tal grado de deterioro que este caudillo errático ha recibido un empujón. El ejército, espoleado por la calle, ha puesto fin al sueño de una retórica revolución bolivariana encabezada por un ex golpista que ganó legítimamente las elecciones para, convertirse desde el poder en un autócrata peligroso para su país y el resto del mundo. Las fuerzas armadas, encabezadas por el general Efraín Vásquez, han obrado con celeridad al designar como jefe de un gobierno de transición a un civil, Pedro Carmona Estanga, presidente de la patronal venezolana, a la vez que destituía a los mandos militares compañeros y amigos del depuesto presidente.
Aprovechando la ola de hartazgo de tanta gente con la corrupción del anterior sistema de partidos, Chávez arrasó en las urnas, para hacer luego un uso abusivo de ese poder, con un autoritarismo que llegó incluso a las aulas de los colegios. Su final se veía venir tras las cada vez más numerosas declaraciones de diversos militares, el deterioro de la situación económica y la marea de protesta de la clase media, que creció con la aprobación en diciembre pasado de 49 decretos-leyes de inspiración castrista. Chávez introdujo varios centenares de asesores cubanos en Venezuela, al tiempo que suministraba a La Habana petróleo gratuito, un grifo que ahora se cierra.
La gota que colmó el vaso y levantó a los militares fue la represión protagonizada por la policía y francotiradores adictos a Chávez, que causaron 15 muertos y un centenar de heridos el jueves, en la tercera jornada de una huelga general que unió paradójicamente a sindicatos y empresarios. La protesta recibió un impulso extraordinario cuando paró la estratégica compañía Petróleos de Venezuela (PDVSA) y Chávez ordenó por televisión el cese de algunos de sus directivos. El régimen chavista ha sido tan desastroso que ni siquiera ha sabido gestionar con eficacia esta riqueza nacional, que le convierte en el cuarto exportador mundial, lo que puede obligarle en los próximos meses a bombear y refinar a pleno rendimiento para llenar las cajas de su hacienda pública, en contra de la voluntad de otros países de la OPEP (Organizazión de Países Exportadores de Petróleo), temerosos de que caigan los precios.
La resistencia civil contra Chávez, que atacó a los medios de comunicación y amenazó con nacionalizar las cadenas privadas de televisión, en cuyas emisiones irrumpía, se había organizado en redes que constituyen una esperanzadora semilla de desarrollo de una sociedad civil, y que utilizaron Internet como 'trinchera de la modernidad'. Esta resistencia pacífica esperaba una salida constitucional, aunque fuera para cambiarla a continuación. Por desgracia, lo ocurrido demuestra que en Venezuela el ejército sigue siendo el árbitro de última instancia. A la luz de los hechos, hay que elogiar al menos la decisión de la cúpula militar de ceder el poder a un civil, aunque resulte singular que el elegido sea el presidente de la patronal.
Vaciadas las cúpulas de los partidos políticos tradicionales, es necesario convocar elecciones cuanto antes y redactar una Constitución que restablezca el equilibrio de poderes que Chávez eliminó a su medida, como hiciera Fujimori en Perú. El nuevo presidente interino, Ricardo Carmona, se ha comprometido a nombrar un Gobierno de concentración 'con gente intachable' y a convocar elecciones en el plazo de un año. Además de preparar la transición, tendrá que abordar sin demagogia algunos de los graves problemas sociales que padece el país.
Chávez ha jugado con fuego dentro y fuera. La sombra de EE UU -que importa de Venezuela un 13% del crudo que consume y que ayer le acusó de buscar su propio final- se puede presentir detrás de lo ocurrido. Chávez no parecía haberse percatado de cómo ha cambiado el mundo tras el 11-S: evitó condenar los atentados de Nueva York y el Pentágono, viajó a Bagdad para expresar su apoyo de Sadam Hussein, apoyó la guerrilla colombiana de las FARC, estrechó sus relaciones con Castro y acogió a Montesinos, la mano negra de Fujimori. Retrospectivamente, no es la mejor muestra de acierto que Aznar, al recibirle en Madrid en 1999, subrayara su 'profunda confianza' en Chávez. Tiene ahora, como presidente del Consejo Europeo, una ocasión para que la UE contribuya a la instauración en Venezuela de un régimen democrático normal y estable. Sería bueno que Chávez y algunos de sus colaboradores detenidos rindieran cuentas de sus desmanes autoritarios y corruptos ante los tribunales de su propio país. Su experiencia, como la de Fujimori, debe servir para que se difunda la lección de que la democracia no son sólo votos, sino también usos.
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Política y diplomacia
EL PAÍS - Editorial - 24-11-2004
Miguel Ángel Moratinos confundió los términos el pasado lunes por la noche ante la pregunta de uno de los periodistas participantes en un programa de la primera cadena de TVE (59 segundos), de formato más propio para la diatriba y el tono grueso que para el debate. El ministro de Exteriores perdió por un momento el aplomo de su larga experiencia de diplomático y se convirtió durante un minuto en un político demasiado directo y locuaz al referirse al frustrado golpe de Estado para derrocar al presidente venezolano, Hugo Chávez, en abril de 2002, y al presunto apoyo del Gobierno de Aznar a los golpistas.
Moratinos dijo en pantalla lo que jamás un diplomático avezado debe afirmar tan crudamente si no es con pruebas verificables: "Con el anterior Gobierno, cosa inédita en la diplomacia española, el embajador español recibió instrucciones para apoyar el golpe". Aunque así hubiese sido, y los detallados hechos conocidos de aquellas jornadas parecen confirmarlo, no era el lugar para plantear acusación tan directa.
El fondo de sus manifestaciones puede responder a lo que sucedió, pero las formas dejan mucho que desear. Y el ministro pareció darse cuenta cuando, ante la insistencia del periodista de que estaba acusando a Aznar de golpismo, reculó y matizó que el embajador había recibido instrucciones para acompañar a su colega de EE UU en su entrevista con el empresario golpista Pedro Carmona, que fue presidente del país apenas 48 horas, antes de ser repuesto Chávez.
Las palabras del ministro, corroboradas ayer por la mañana por Chávez , han despertado la indignación del líder del PP, Mariano Rajoy, quien ha pedido su dimisión y negado que Aznar apoyara el golpe. Rodríguez Zapatero, delante de Chávez, eludió ayer tarde por tres veces pronunciarse sobre el incidente, que ambos presidentes habían acordado minimizar en su comparecencia conjunta, y anunció que el lugar donde deben darse explicaciones al requerimiento de Rajoy es la Comisión de Exteriores del Congreso. Si el Parlamento es el escenario para aclarar el embrollo, parece totalmente inadecuado utilizar un programa de televisión con intervenciones tasadas de 59 segundos para plantearlo.
Estados Unidos y España jugaron muy mal sus cartas en el fallido golpe contra Chávez hace dos años. Los embajadores de ambos países en Venezuela fueron los únicos en entrevistarse con Carmona. El Gobierno español argumentó que trataba de recabar información e interesarse por razones humanitarias del destino de Chávez, pero lo cierto es que nunca pidió que el mandatario fuera repuesto en el cargo.
http://www.escolar.net/MT/archives/001712.html