¿Que ha tenido en común la historia de paises como Alemania, Italia y España, por ejemplo?
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http://blogs.elpais.com/espoiler/2007/0 ... de_ni.html
Los países que han padecido un largo periodo de dictadura, mantienen la mala costumbre de ver cine extranjero con doblaje, es decir, sin subtítulos. Se da el fenómeno en España, Italia y Alemania, por ejemplo. Esto ocurre porque, durante muchos años, el aparato de la censura prefería el sistema de doblaje por ser más manipulable.
Y así los pueblos se han ido acostumbrando a la patraña, y se han dejado estar con la democracia, cuando sí era posible encausar el error. Porque ver una película doblada puede ser más fácil, pero nunca será un sistema fiel. Quizás tenga sentido en los filmes para niños, o en cintas para mayores sin pretensión artística, pero es una perversión cuando hablamos de cine en serio.
¿De qué manera podemos saber si Jack Nicholson es un buen actor, si no hemos escuchado nunca su entonación verdadera, las miles de voces diferentes que compone en cada personaje? Por bueno que sea su doblador oficial español, Rogelio Hernández, es improbable que posea los matices necesarios porque, de tenerlos, en lugar de doblador sería el mejor actor español de todos los tiempos.
Los verdaderos actores de cine componen su voz, la modifican como la arcilla, en pos de la historia. Aquí por ejemplo José Coronado pone siempre la voz de Coronado, no importa si interpreta al bueno de la peli o al malo de la historia. No en cambio Javier Bardem, que puede entonar a un homosexual cubano joven y a un gallego moribundo viejo, y hacernos creer ambos acentos.
Con la maldita costumbre del doblaje no nos perdemos a Coronado. Nos perdemos a Bardem. A todos los bardenes que existen en el buen cine en otros idiomas.
Ver películas dobladas y salir del cine con un juicio estético certero es tan improbable como reconocer la calidad de una canción de los Beatles oyendo la cinta del karaoke. O a un borracho haciendo playback sobre la tarima de un bar. No, no es posible.
La culpa, claro está, no es del público. El cine doblado es una costumbre que tiene decenas de años, y es complicado cambiarle el chip a un pueblo entero. Para el que nunca lo hizo, leer y ver al mismo tiempo resulta al principio imposible. Las primeras semanas de cine subtitulado son duras, nos perdemos los gestos, sólo vemos pies, cuellos y torsos. Pero con la práctica aparece todo un mundo nuevo: en los ojos y sobre todo en los oídos.
Cientos de miles de espectadores españoles han comenzado a ejercitar este método gracias al visionado de las series de televisión en inglés, que descargan con subtítulos en La Red. Ya existe una generación entera de espectadores que han entendido el gran error de sus padres y sus abuelos. O mejor: que pueden oír lo que aquéllos se han perdido y aún se pierden.
Cuando te acostumbras a ver una serie con subtítulos, y un año más tarde la reponen por TVE doblada, te da un asco tan grande, pero tan grande, que no entiendes cómo has podido pasar veinte años oyéndolo todo de esa forma.
La gente está cambiando, y eso es bueno; aunque a mucho empresario desfasado la noticia le ponga los pelos de punta. El público comienza a escoger lo que quiere ver, cuándo lo quiere ver, dónde lo quiere ver... y de qué forma lo quiere oír.